En estos días se usan ornamentos cuyo color tiene un significado que se indica a continuación:
El rojo recuerda la realeza de Cristo y también su sangre derramada en la Pasión, por eso se usa el Domingo de Pasión desde la procesión de las palmas en honor de Cristo Rey y también el Viernes Santo.
El morado es signo de penitencia y por eso se utiliza en la Cuaresma y en sus días finales, lunes, martes y miércoles de la Semana Santa.
El blanco es el color de la alegría y se viste en todo el tiempo de Pascua, la Cincuentena o Pentecostés, a partir de la Vigilia Pascual; son blancas y resplandecientes las vestiduras de los ángeles que anuncian la resurrección de Jesús, como lo fueron sus ropas en la Transfiguración.
Desde las de pasión y muerte hasta la de gloria, estas manifestaciones piadosas populares son un motivo de asombro, preguntas y emociones para los más jóvenes, y los mayores deberían aprovecharlo para que las verdades de la fe en Jesucristo se conserven unidas a las imágenes plásticas de los pasos y también de las representaciones de la Pasión. Los penitentes, las promesas, los sacrificios... deberán llevar a una explicación de que toda la vida ha de ser también un ejercicio de renuncia al pecado y a las malas costumbres, para purificarnos, aprovechar el amor que Dios nos ofrece y convertimos cada vez más a Dios.
En el Domingo de Ramos tiene lugar la bendición de las palmas y ramos, que luego se utiliza en la Procesión y la Santa Misa.
Acompañamos al Señor cuando entra en Jerusalén para ofrecer su sacrificio para la redención del mundo.
En el siglo IV comenzaron a llegar a Tierra Santa un gran número de peregrinos que deseaban recordar los hechos de Jesús en los mismos lugares en que habían ocurrido. Muy pronto comenzaron a repetir la entrada festiva del Señor en Jerusalén, bajando del monte de los Olivos con palmas, ramos y cantos y acompañando al Obispo.
Esta celebración se difundió por todas las iglesias con diferentes formas, y la propia de la liturgia romana es muy fiel a la tradición primitiva de Jerusalén, con la asamblea que se reúne fuera de la iglesia, y marcha hacia ella después de leer el Evangelio de la entrada de Jesús, siguiendo con cantos al Obispo o sacerdote que preside.
Un rito propio de este día: La procesión de las palmas y ramos. Es una procesión donde el sacerdote va en cabeza y se va en grupo tras él. No hay imágenes, porque la marcha es como el cuerpo de Cristo, cabeza y cuerpo que van a Sión y al templo, en la Ciudad de Dios. Hacemos lo que hicieron los niños y gentes de Jerusalén en este mismo día.
El Santo Triduo Pascual de Jesucristo, muerto, sepultado y resucitado abarca desde la Misa de la Cena del Señor hasta las segundas Vísperas del día de Pascua. Durante los primeros siglos, todos estos momentos del Misterio Pascual se celebraban en una sola acción sagrada que era la Vigilia Pascual, en la noche del sábado al domingo.
Sin embargo, al menos desde el siglo IV, los peregrinos que iban a Jerusalén celebraban lo que había pasado cada día de estos y en los mismos lugares. El ejemplo de Jerusalén fue imitado en las demás Iglesias, dando un significado histórico a estos días y siguiendo los pasos del Señor. De todos modos, la unidad del Misterio Pascual no se puede romper y se hace presente en cada una de estas celebraciones.
Se conmemora la institución de la eucaristía y del sacerdocio, y se recuerda el supremo mandamiento del amor. Es el 'Día del amor fraterno'.
Unos ritos propios de este día: El lavatorio de los pies.
Todas las iglesias son este día un gran cenáculo. Las personas elegidas para el lavatorio representan a los doce apóstoles y el sacerdote es Jesucristo, que da así ejemplo de humildad y de servicio. El contexto en el que Jesús pronuncia estas palabras no es otro que la noche del Jueves Santo, después de la Cena, antes de morir en la cruz. En esa impresionante ocasión, Jesús revela a sus discípulos que va hacia el Padre. Este ir al Padre constituye el momento más importante de la salvación. Todo el que siga a Jesús irá a donde Él va.
El día siguiente (Viernes Santo),no se celebra la Eucaristía, y se resalta con una procesión el traslado de las formas consagradas hasta el sagrario. Se abre así un tiempo de vigilia y oración ante el Santísimo en el que respondemos a las palabras de Jesús en el monte de los Olivos: Velad y orad para no caer en la tentación (Mt 26,41).
En los oficios del jueves Santo se reserva el Santísimo Sacramento en un lugar que se prepara en la iglesia, llamado "Monumento", hasta el oficio del día siguiente, permitiendo a los fieles la Adoración personal o comunitaria al Santísimo Sacramento durante horas o toda la noche, según las posibilidades de cada lugar. Acompañamos de esta forma al Señor en la soledad de su Pasión y le damos gracias porque ha querido permanecer sacramentalmente en medio de nosotros.
En la edad media se comenzó a llamar 'monumentum', palabra latina que significa 'sepulcro' al lugar donde se conservaba una sola forma consagrada para la comunión del sacerdote en la celebración del Viernes Santo. Ahora deberíamos ir olvidando este sentido fúnebre para valorar la inmensa gracia de la presencia eucarística, memorial permanente de la entrega sacrificial de Cristo, e iniciando también a los niños y jóvenes en esta práctica piadosa.
Hoy el sagrario está adornado con flores y luces, para enseñarnos la importancia de la presencia del Señor en el sagrario todos los días, donde se conserva para dar la comunión a los enfermos o a los que están en peligro de muerte y ser adorado con calma y silencio, en un diálogo con él.
Este acto vespertino comienza con la liturgia de la palabra en la que se leen dos lecturas y la Pasión según san Juan, a la que sigue la homilía y la oración universal; concluye esta liturgia con la adoración de la Cruz y la comunión con la Eucaristía consagrada en la Misa de la Cena del Señor.
Unos ritos propios de este día: La adoración de la cruz.
Un altar sin manteles y el madero de la cruz sin la imagen de Cristo. En esta tarde, la
desnudez del altar, símbolo de la de Jesús en el Calvario, y la austeridad de la
ceremonia nos traslada al Gólgota.
Es un acto de profunda seriedad, pero alumbrado por la gloria del madero en el que estuvo clavada la salvación del mundo. El acto del Viernes Santo no es un funeral. La sencilla cruz de madera, sin la imagen del crucificado, que cruza la iglesia hasta el altar para allí ser adorada: el trofeo de la Pasión ante el que deberemos hacer genuflexión siempre que pasemos ante él, hasta que comience la Vigilia Pascual.
Durante este día, la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor meditando su pasión y muerte, y aquel descenso al lugar de los muertos, en la que su alma se unió a las restantes almas de los justos del Antiguo Testamento y los redimió de su cautiverio. Con este abajamiento a lo más profundo de la muerte, el Señor inicia su victoria sobre la misma.
El Misterio Pascual de Cristo crucificado, sepultado y resucitado, tiene en esta liturgia nocturna su celebración culminante. La vigilia comienza en el exterior del templo con la liturgia de la luz y se ilumina la iglesia como signo de la resurrección del Señor. La liturgia de la palabra proclama las maravillas de Dios en la historia de la salvación, desde la creación del mundo al Misterio Pascual de Jesucristo; luego viene la liturgia bautismal, con la renovación de las promesas que se hicieron en la iniciación cristiana (el bautismo), y luego la asamblea es invitada a la mesa que el Señor, por medio de su muerte y resurrección, ha preparado para su pueblo (cuarta parte de la vigilia, liturgia eucarística).
Unos ritos propios de este día: La Vigilia
Esta es una noche de vela en honor del Señor, como lo hizo el pueblo elegido desde el comienzo del Éxodo en Egipto. El Señor 'pasó' esa noche para liberar a los israelitas. Pascua significa 'paso'. Es la misma noche que terminó con la aurora de la resurrección de Jesucristo. Los cristianos vamos de la noche al día, el Señor nos hace pasar de la muerte, a la vida que no termina.
Unos signos singulares: El fuego y el cirio pascual.
Nos reunimos en torno a una hoguera, como los israelitas en los campamentos cuando iban hacia la tierra prometida. En la Pascua todo es nuevo, el fuego, el agua del Bautismo, los panes sin levadura...
El cirio pascual es un símbolo de Jesucristo resucitado, que conserva las huellas de la pasión, como la cruz y las cinco marcas señaladas con granos de incienso que recuerdan las cinco heridas del crucificado. También se marcan en el cirio las letras griegas Alfa y Omega, que significan que Jesús es el Señor de esta Pascua y de todos los tiempos, del principio al fin. Como la columna de fuego que iba guiando a los israelitas en el desierto, así nos guía ahora Jesús y entra el primero en la iglesia, iluminándola con su luz.
Los cincuenta días que van desde este domingo de Resurrección hasta el de Pentecostés han de ser celebrados con alegría y exultación como si se tratase de un solo y único día festivo, más aún, como un 'gran domingo', tal como lo proclama el himno israelita propio de estas fechas que los cristianos aplicamos al Misterio Pascual: "Este es el día en que actuó el Señor; sea nuestra alegría y nuestro gozo" (Salmo 117, 24).
Un rito propio de este día: El 'encuentro'.
En casi todos los pueblos tiene lugar la ceremonia del 'Encuentro' de Jesús con su santísima Madre. Es un acto juvenil y alegre, en el que la liberación de la muerte se expresa soltando pajaritos y palomas; como dice el salmo 123: Nuestra vida ha escapado como un pájaro de la jaula del cazador...
El Viernes Santo es el viernes inmediatamente posterior a la primera Luna llena tras el equinoccio de primavera, y se debe calcular empleando el calendario lunar. Por ello, el Viernes Santo puede ser tan temprano como el 21 de marzo, o tan tarde como el 23 de abril.
Web católico de Javier
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