¿Cómo limpio sus heridas?. Aquella primera herida de Corazón que estando en el Huerto de los Olivos, sabiéndose traicionado, y consciente del tipo de muerte que le esperaba decía: "Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya".
¿Cómo quito de su Piel Sagrada el beso traidor? ¿el golpe burlón, los crueles latigazos? ¿la corona que hirió su Cabeza Sagrada? ¿los golpes de tantas caídas? ¿los clavos que traspasaron sus Manos y Pies Sagrados? ¿la herida abierta por la lanza?
¿Cómo saco de su Sagrado Corazón la herida de encontrar en el camino a su Madre Bendita, y queriendo quedarse con Ella, seguir el camino en el cumplimiento de la Divina Voluntad del Padre? ¿Cómo honro su Cuerpo en la Cruz, tan deshonrado por los hombres, que para saciar su sed remojaron sus labios con vinagre? ¿Cómo quito las burlas y humillaciones de los que al pie de su Cruz, sólo sabían proferirle insultos y entre ellos hasta se rifaban su ropa, sin comprender lo que en esos momentos el mundo estaba consiguiendo?
Sí, limpiaré sus heridas, lo haré: Limpiaré sus heridas en el Huerto de los Olivos, siendo leal. Las limpiaré amándolo por los que no le aman, rindiéndole honores y adoración por los que no lo hacen, siguiendo y cumpliendo su Santa Voluntad aunque ésta se vuelva difícil.
Quitaré el beso traidor, los golpes burlones y los crueles latigazos, siendo fiel a su Amor, respondiendo fielmente a su llamada, evitando herir a los demás.
Sacaré la Corona de espinas que hiere su Cabeza Sagrada, alejando los malos pensamientos, los rencores, las envidias, el odio, el orgullo…
Amaré a su Madre Bendita como Él quiere que la ame, así aliviaré el dolor de su encuentro, su dolor al pie de la Cruz, y de la misma forma que San Juan, la acogeré también en mi corazón como a mi Madre, y la saludaré con muchas Ave Marías.
Honraré su Cuerpo en la Cruz, haciendo de mi cuerpo un verdadero Templo de Dios: cuidando que mi lengua no sea un medio de críticas, difamaciones y mentiras, guardando silencio para no herir. No humillaré y no insultaré, así borraré las humillaciones, burlas e insultos al siempre construir con las palabras.
Con mis ojos, miraré las maravillas que Dios creó para mí, mirando la pureza, la inocencia de los niños, mirando la grandeza del mar, los colores hermosos del universo... Evitaré mirar lo que daña mi alma…
Escucharé el canto de los pájaros, la melodía del mar, los sonidos musicales más hermosos, las palabras que edifiquen. Evitaré escuchar las críticas, las mentiras, las palabras destructivas.
Llenaré mi corazón de Amor, recibiéndolo en la Sagrada Eucaristía, uniéndome siempre a Él por medio de la oración. Así sanaré las heridas de su Corazón.
Saciaré su sed de almas, llevando almas a su Corazón Sagrado, las llevaré hablando del Amor, y sobre todo dando testimonio de Amor con mi vida.
Y cuando caiga, sabré levantarme, consciente de mi pecado y de la Infinita Misericordia de mi Señor que allá arriba en la Cruz decía: “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” y “ Hoy mismo estarás conmigo en el Paraíso".
Perdóname, Señor, por las veces en las que no he sido amor y he contribuido en ser para Ti: latigazo, corona de espinas, beso traidor, palabra hiriente…
Sí, sí, Señor, yo sanaré tus heridas…
Web católico de Javier
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