Cuida de los niños

Cuida de los niños Los textos, que tres pasajeros del jumbo japonés que se estrelló hace tiempo, escribieron minutos antes de morir son, me parece, un documento conmovedor y fundamental sobre la condición humana.

"A mis tres hijos: cuidad de vuestra madre. El avión está cayendo en picado. No hay esperanza", escribió Hiroji Kawaguchi. "Tuve una vida feliz. Gracias a todos. Tsyoshi, hijo, cuida de todos. Dios nos ampare", dice otro escrito.

"Machiko, cuida de los niños", escribió sólo Masakatsu Taniguchi segundos antes de que el avión se convirtiera en una montaña de chatarra.

Durante todo el día esas tres frases me han conmovido y llenado de un extrañísimo gozo. Porque prueban que algo funciona en esta nuestra dolorida raza humana. Demuestran, por de pronto, que el amor es más fuerte que el mismo miedo a la muerte. En unos segundos terribles -cuando parece que el alma se paraliza por el pánico- en esos tres hombres latió el corazón por encima de sus propios deseos de vivir.

Los tres se acordaron y preocuparon de "los otros" más que de sí mismos. Y tuvieron más tiempo de agradecer lo felices que habían vivido, que de lamentar que esa vida concluyera. Demuestra, además, que a la hora de la gran verdad lo que quedan son los hijos, la esposa, los seres queridos. No el dinero, no las empresas, no los honores, no los títulos, no el prestigio. No todo eso por lo que, estúpidamente, luchamos cuando creemos vivir.

"Cuida de los niños" es, me parece, no el testamento de un hombre, sino de toda la humanidad. Y nada pueden ante ese prodigio las teorías y las frivolidades. Porque, afortunadamente, al final lo que siempre queda es el amor.

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