La Virgen de Luján

8 de Mayo, Patrona de Argentina  Bandera de Argentina

Virgen de Luján Desde Brasil partió la imagen de la Virgen de Luján, hoy venerada en la Basílica del mismo nombre en Argentina. Los acontecimientos se remontan al siglo XVII, cuando Antonio Farías Saa, un hacendado portugués afincado en Sumampa, le escribió a un amigo suyo de Brasil para que le enviara una imagen de la Virgen en cuyo honor quería levantar una ermita.

En el año 1630, una caravana procedente de Buenos Aires viajaba rumbo al norte llevando dos imágenes, las que hoy conocemos como 'de Luján' y 'de Sumampa'. La primera representa a la Inmaculada y la segunda a la Madre de Dios con el niño en los brazos. Inmediatamente, ambas imágenes emprendieron un largo viaje en carreta con la intención de llegar hasta Sumampa...

Uno de aquellos días, las caravanas acamparon al atardecer. En formación cual pequeño fuerte, se preparaban para defenderse de las incursiones nocturnas de las bestias o de los   indios. Después de una noche sin incidentes, partieron a la mañana temprano para cruzar el río Luján, pero la carreta que llevaba las imágenes no pudo ser movida del lugar, a pesar de haberle puesto otras fuertes yuntas de bueyes. Pensando que el exceso de peso era la causa del contratiempo, descargaron la carreta pero ni aún así la misma se movía. Preguntaron entonces al carretero sobre el contenido del cargamento. "Al fondo hay dos pequeñas imágenes de la Virgen", respondió.

Una intuición sobrenatural llevó entonces a los viajantes a descargar uno de los cajoncitos, pero la carreta quedó en su lugar. Subieron ese cajoncito y bajaron el otro, y los bueyes arrastraron sin dificultad la carreta. Cargaron nuevamente el segundo y nuevamente no había quien la moviera. Repetida la prueba, desapareció la dificultad. Abrieron entonces el cajón y encontraron la imagen de la Virgen Inmaculada que hoy se venera en Luján. Y en el territorio pampeano resonó una palabra que en siglos posteriores continuaría brotando de incontables corazones: ¡Milagro! ¡Milagro!

De común acuerdo, se decidió llevar el pequeño cajón a la vivienda más cercana, la de la familia de Don Rosendo de Oramas, donde la imagen fue colocada en lugar de honra. Enterados del prodigio, muchos vecinos acudieron a venerar la imagen y, al crecer la concurrencia, Don Rosendo le hizo construir una ermita donde la Reina de los Cielos permaneció hasta 1674.

Se la llamó 'La Virgen Estanciera' y la 'Patroncita Morena'. Manuel, un pequeño esclavo de color que trabajaba en esa estancia fue testigo de toda esa maravilla. Viendo sus patrones el intenso amor que demostraba a la Virgen, lo destinaron al exclusivo cuidado de la imagen, lo que hizo hasta su muerte. Se encargaba del orden en la ermita y de los vestidos de la Virgen, dirigiendo los rezos de los peregrinos. Al fallecer Don Rosendo, su estancia quedó abandonada, pero Manuel continuó, con santa constancia, el servicio que se había impuesto.

Muy preocupada con la soledad de la Virgen en esos parajes, la señora Ana de Matos, viuda del capitán español Marcos de Sequeira, propietaria de una estancia ubicada sobre la margen derecha del río Luján y muy bien defendida, no viendo ningún interés de las autoridades civiles y eclesiásticas, le solicitó al administrador de Don Rosendo la cesión de la imagen de la Virgen de Luján. Ella le aseguró el cuidado y la construcción de una capilla digna y cómoda, facilitando la estadía de los peregrinos. Juan de Oramas, el apoderado, aceptó la oferta y doña Ana de Matos le pagó por la cesión de la imagen.

Feliz de haber logrado su propósito, la instaló en su oratorio, pero a la mañana siguiente, cuando se dirigió ahí para rezar, descubrió con asombro y angustia que la Virgen no estaba en su altar.

Ello volvió a ocurrir varias veces hasta que, el obispo de Buenos Aires, fray Cristóbal de Mancha y Velazco, y el gobernador del Río de la Plata, don José Martínez de Salazar, organizaron el traslado en forma oficial y con todos los honores que merecía Nuestra Señora, acompañada por doña Ana y Manuel, quien esta vez acompañó a su querida Señora.

De este modo, la Virgen permaneció en su nueva residencia. Con motivo de esta intervención de la autoridad eclesiástica y confirmado todo lo acontecido por el prudente prelado, se autorizó oficialmente el culto público de la 'Pura y Limpia Concepción del Río Luján'.

En 1677, la señora de Matos donó el terreno donde hoy se levanta la Basílica. En 1684 llegó a Luján el sacerdote Pedro de Montalvo. Sumamente enfermo, pidió a la Virgen su curación, por lo que una vez obtenida quedó como primer capellán, dedicándose por completo a su culto.

El P. Montalvo pertenecía a una noble familia y gozaba de vastas e influyentes relaciones. Con mucho entusiasmo se dedicó a la terminación de la capilla con la ayuda de sus relaciones y de las autoridades coloniales, quienes venciendo obstáculos de toda índole, tuvieron la inigualable satisfacción de inaugurar en 1685 el nuevo Santuario, al que se trasladó la imagen en solemne Procesión, el 8 de Diciembre. Así tuvo su primer palacio la Reina del Plata y su primer custodio oficial, Don Pedro de Montalvo.

Luján, el pueblo de la Virgen, fue creciendo en importancia y se le otorgó el título de Villa. Alrededor de la capilla surgía una población para atender a los peregrinos que acudían de lejos. En vista de ello, el Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires constituyó la Parroquia de Nuestra Señora del Río Luján el 23 de octubre de 1730 y designó al P. José Andújar como su primer párroco.

Orígenes de La Basílica Nacional de Luján

Basílica de la Virgen de LujánHacia el año 1872, el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Federico Aneiros, entregó la custodia del templo a los sacerdotes de la congregación de la Misión, conocidos como Padres Lazaristas (fundados por S. Vicente de Paúl).

En aquel entonces el Padre Jorge María Salvaire, fue herido en un viaje por los indios y estuvo al borde de la muerte. En ese momento realizó una promesa a la Santísima Virgen y milagrosamente fue sanado.

La promesa del Padre Salvaire fue, "Publicaré tus milagros..., engrandeceré tu Iglesia". En cumplimiento de este voto, publicó en 1885 la "Historia de Nuestra Señora de Luján".

En 1889 fue nombrado Cura Párroco de Luján y dedicó su vida y esfuerzos para edificar la gran Basílica. Con el apoyo de Monseñor Aneiros y la colaboración de sus compañeros de Congregación, inició la construcción de la actual Basílica Nacional el 6 de mayo de 1890. La Basílica se inauguró en el año 1935. El director de la obra fue el Ingeniero Ulrico Courtois.

La grandiosa basílica, de estilo gótico, tiene preciosas vidrieras.

La cripta de la basílica alberga muchos tesoros relacionados con la historia de Luján, contando  además con hermosas réplicas de todas las advocaciones marianas de América.


Aprobación eclesiástica. La Solemne Coronación de la Virgen de Luján.

El Padre Salvaire, en 1886, presentó al Papa León XIII, la petición del Episcopado y de los fieles del Río de la Plata para la coronación de la Virgen. El Pontífice bendijo la corona y le otorgó Oficio y Misa propios para su festividad, que quedó establecida en el sábado anterior al IV domingo después de Pascua. La coronación canónica se realizó el 8 de mayo de 1887.

El santuario recibió de Pío XII el título de Basílica en el año de 1930.

Juan Pablo II bendijo la imagen de Nuestra Señora de Luján el 11 de noviembre de 1995, con ocasión de la visita «ad límina» de los obispos argentinos.

El 13 de noviembre de 1998 el Papa visitó la iglesia nacional de Argentina en Roma, el primer templo de una república americana situado en la diócesis del Papa, y entronizó la imagen de la Virgen de Luján, patrona de Argentina.

Dijo el Papa: «En la encrucijada del Tercer Milenio te encomiendo, Madre Santa de Luján, la patria argentina: las esperanzas y anhelos de sus gentes; sus familias y hogares, para que vivan en santidad; sus niños y jóvenes, para que crezcan en paz y armonía y puedan encontrar su vocación humana y cristiana; te encomiendo también el esfuerzo cotidiano y el diálogo solidario de los empresarios, trabajadores y políticos, que en la Doctrina Social de la Iglesia encuentran su inspiración más genuina».

El pontífice también suplicó a la Virgen Patrona de la Argentina que cuide al pueblo argentino, lo sostenga en la defensa de la vida, lo consuele en la tribulación, lo acompañe en la alegría y lo ayude siempre «a elevar la mirada al cielo, donde los colores de su bandera se confunden con los colores de tu manto inmaculado».

El Papa Juan Pablo II visitó Argentina dos veces, la primera durante la guerra de las Malvinas. San Juan Pablo II también fue mediador para la paz con Chile.


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