REFLEXIÓN DEL PADRE JOSÉ MARÍA SALAVERRI, S.M.
INFANCIA Y SANTIDAD
En estos momentos en que nuestro siglo XX va terminando su trayectoria, es bueno recordar una sencilla profecía del Papa de los inicios del siglo, san Pío X. Hizo un gesto audaz: fomentar la comunión frecuente e incluso diaria, y permitir la comunión a los niños a partir del "uso de razón". No discutió con quienes criticaban esta última medida; les expuso sencillamente su visión de fe: "Habrá santos entre los niños".
Pío X creía en el 'organismo espiritual' que el bautismo establece en el cristiano. Sabía que los sacramentos bien recibidos dan una madurez espiritual, más allá de la psicológica, incluso a los más pequeños y sencillos, y fortaleza para obrar como cristianos en las vicisitudes de la vida diaria, por difícil que sea. Hace falta para eso 'preparar el corazón'. En este sentido, para él la primera comunión era la entrada en el estado de cristiano adulto. Y se puede ser "cristiano adulto" a los siete años, sin perder la infancia psicológica. La profecía se ha cumplido: ha habido muchos santos entre los niños, y algunos de ellos van siendo reconocidos como tales por la Iglesia. Faustino, para quien recibir el Cuerpo de Cristo era un gozo, es uno de ellos.
Pero al hablar de que "habrá santos entre los niños", san Pío X no se refería sólo a los niños o jóvenes fallecidos prematuramente. Quería decir que una infancia "santa" era como la raíz fuerte del árbol cristiano en las demás etapas de la vida. Era como una garantía de futuro cristiano. Quien ha vivido santamente su infancia, aunque los avatares de la vida le lleven luego por caminos torcidos, tendrá más facilidad para volver a Cristo.
Es bueno recordar todo esto en este siglo, en el que se ha entibiado el amor a la Eucaristía, disminuído la comunión diaria; en el que un psicologismo racionalista ha hecho olvidar a muchos cristianos -entre ellos, educadores- la existencia de ese organismo espiritual que nos injerta el bautismo. Hemos luchado mucho para que las primeras comuniones no sean un acto social. Está muy bien. Pero, ¿ no hacemos preparaciones a la primera comunión que, al no contar suficientemente con la gracia, caen en cierto voluntarismo? Por respeto a la psicología del niño, para que sea más "maduro", hemos retrasado algo la edad de la primera comunión; pero ¿conseguimos reflejar en la ceremonia esa entrada en la vida adulta cristiana, o se nos queda, a veces, en una fiesta infantil, a la que "asisten" los adultos? Se impone una reflexión.
Estas líneas quieren ser para todos los lectores de FAUSTINO una invitación a reavivar la fe: "puede haber santos entre nuestros niños" ... a condición de que nosotros les ayudemos a desarrollar ese germen divino que se les depositó en el bautismo.