El
cristianismo es una vida, no un mero culto externo. El culto a Dios es necesario, pero no
basta para ser buen cristiano.
La asistencia a Misa es sobre todo un acto de amor de un hijo que va a visitar a su Padre:
por eso el motivo de la asistencia a Misa debe ser el amor.
Muchos cristianos no caen en la cuenta del valor incomparable de la Santa Misa (..). La
Santa Misa tiene un valor infinito.
«Una sola Misa
glorifica más a Dios que lo que le glorifican en el cielo por toda la eternidad todos los
ángeles y santos juntos, incluyendo a la Santísima Virgen María, Madre de Dios».
La razón es que la Virgen y los Santos son criaturas limitadas, en cambio la Misa, como
es el Sacrificio de Cristo Dios, es de valor infinito
Siendo la Santa Misa <<reproducción incruenta del sacrificio del calvario, tiene
los mismos fines y produce los mismos efectos que el sacrificio de la cruz>>.
La Misa se celebra por
cuatro fines:
1 Para adorar a Dios dignamente. Todos los hombres estamos obligados a adorar a Dios por
ser criaturas suyas. La mejor manera de adorarle es asistir debidamente al Santo
Sacrificio de la Misa.
2 Para satisfacer por los pecados nuestros y de todos los cristianos vivos y difuntos.
3 Para dar gracias a Dios por los beneficios que nos hace: conocidos y desconocidos por
nosotros.
4 Para pedir nuevos favores del alma y del cuerpo, espirituales y materiales, personales y
sociales.
Para alabar a Dios, para darle gracias por un beneficio, para pedirle un nuevo favor, para
expiar nuestros pecados, para aliviar a las almas del purgatorio, etc., etc., lo mejor es
oír Misa.
Por lo tanto, nuestras peticiones, unidas a la Santa Misa tienen mayor eficacia. Pero la
aplicación del valor infinito de la Misa depende de nuestra disposición interior.
La Misa se ofrece siempre solamente a Dios, pues sólo a Él debemos adoración, pero a
veces se dice Misa en honor de la Virgen o de algún santo, para pedir la intercesión de
ellos ante Dios.
Muchos cristianos tienen la costumbre de ofrecer Misas por sus difuntos. Es ésta muy
buena costumbre, pues una Misa ayuda a un difunto mucho más que un ramo de flores sobre
su tumba.
Cuando se encargan Misas, se suele dar una limosna al sacerdote que la dice para ayudar a
su sustento, según quería San Pablo.
Pero de ninguna manera debe considerarse esta limosna como precio de la Misa, que por ser
de valor infinito, no hay en el mundo oro suficiente para pagarla dignamente.
Lo que se da al sacerdote no es el precio de lo que recibimos, sino que le damos un
donativo para ayudar a su sustento con ocasión de la ayuda espiritual que él nos ofrece.
La Liturgia es la oración pública y oficial de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II, en la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, recalcó la
importancia de la Liturgia en la formación de los cristianos de hoy: <<la Liturgia
es la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia, y al mismo tiempo la fuente de
donde mana toda su fuerza>>.
Pero primero dice que «la Sagrada Liturgia no agota toda la actividad de la Iglesia», y
después que «la participación en la Sagrada Liturgia no abarca toda la vida
espiritual».
«Por eso, junto a la liturgia y con justa autonomía, han de fomentarse otras
expresiones, culturales o no, como la evangelización, la catequesis, el apostolado, los
ejercicios ascéticos, la acción caritativa y social, y la vida de testimonio en el
mundo».
«La Liturgia en nada se opone, sino al contrario, exige vehementemente un intenso cultivo
de la vida espiritual, aun fuera de las acciones litúrgicas, con todos los medios
ascéticos acostumbrados y conocidos en la tradición cristiana».
Hay que tener cuidado de que «el despliegue que van alcanzando las celebraciones
litúrgicas comunitarias no se produzca a base de pisar y expropiar su terreno a la piedad
y oración privadas. Porque en tal caso el auge de las celebraciones litúrgicas ya no
estaría de acuerdo ni con la letra ni con el espíritu de la Constitución Conciliar
sobre la Sagrada Liturgia»
« Hoy padecemos una hipertrofia del sentido comunitario». Se pretende a veces que lo
común sobresalga de tal modo que ahogue lo individual».
Pero todos los movimientos que en la pendular historia de las ideas han pasado por un
máximo excesivo, han terminado por reducirse a sus justos términos».
El hombre «tiene un valor inalienable en sí mismo. Aunque él se salva en comunidad, se
salva en virtud de su respuesta individual al llamamiento a participar en la vida de esta
comunidad».
LA SAGRADA COMUNIÓN ES EL ACTO DE RECIBIR A JESUCRISTO, CON SU CUERPO, SU SANGRE, SU ALMA
Y SU DIVINIDAD, BAJO LAS APARIENCIAS DE PAN Y VINO.
Hay obligación bajo pecado grave, de comulgar una vez al año y en peligro de muerte.
Dice el Código de Derecho Canónico: «En peligro de muerte, cualquiera que sea la causa
de donde ésta proceda, obliga a los fieles el precepto de recibir la Sagrada comunión
por Viático».
La obligación de comulgar una vez al año, que antes era por Pascua Florida, el Nuevo
Código de Derecho Canónico lo expresa así en el canon 920:
«Todo fiel, después de la Primera Comunión, está obligado a comulgar por lo menos una
vez al año. Este precepto debe cumplirse durante el Tiempo Pascual, a no ser que por
causa justa se cumpla en otro tiempo dentro del año».
Este Tiempo Pascual comienza en el Triduo Pascual, el Jueves Santo, y termina con el
domingo de Pentecostés.
En España, desde 1526, el Cumplimiento Pascual puede cumplirse desde el Miércoles de
Ceniza hasta el domingo de la Santísima Trinidad.
Es evidente que quien no haya hecho el Cumplimiento Pascual a su tiempo, debe comulgar en
otro momento a lo largo del año.
Para un cristiano, comulgar una vez al año es lo mínimo. La Iglesia desea que los
cristianos comulguen más a menudo, como lo expresa en el nuevo canon 898:
<<Tributen los fieles la máxima veneración a la Santísima Eucaristía, tomando
parte activa en la celebración del sacrificio augustísimo,
recibiendo este sacramento frecuentemente».
La comunión frecuente puede ser mensual, semanal y mejor aún diaria' . La mejor
devoción que podemos tener es la comunión diaria en la Santa Misa>>.
Comulgar es el acto más sublime que podemos hacer en la vida, pues es recibir a Dios en
nuestro corazón.
Jesucristo, que por ser Dios es infinitamente sabio y poderoso, no pudo dejarnos cosa
mejor.
Aunque no se puede ni comparar, podemos decir que con una comunión ganamos más que si
nos toca la lotería. No es exageración. Es una realidad. Y si lo dudamos, es que no
tenemos fe.
Si comulgáramos más, estaríamos acumulando un capitalazo para la eternidad. Sin
embargo, una pereza increíble nos hace desaprovechar lo más grande y fácil que se nos
puede presentar en la vida.
Pero sobre todo, comulgando damos gusto a Jesucristo. Para eso se ha quedado en la
Eucaristía.
A Jesucristo no le bastó hacerse hombre y morir por los hombres. Quiso quedarse para
siempre entre nosotros en la Eucaristía, y hacerse pan para unirse a nosotros en la
Sagrada Comunión.
Por amor a Él comulga lo más a menudo que puedas. Dice Cristo que quien comulga, vivirá
eternamente.
Pero además, la comunión nos es necesaria porque es el alimento del alma que la
robustece para la lucha de la vida. Quien no comulga tiene el alma débil, y fácilmente
cae en el pecado.
Quien comulga a menudo fortifica el alma y encuentra más fácil la victoria contra el
pecado.
La comunión es el mejor medio de vencer las tentaciones porque debilita nuestras malas
inclinaciones, aumenta la gracia santificante y nos preserva del pecado mortal.
Si alguna vez no puedes comulgar sacramentalmente, porque no estás en condiciones,
haz al menos una comunión espiritual.
La fórmula de la comunión espiritual la tienes en http://webcatolicodejavier.org/ce.html
Antes de comulgar, debemos prepararnos con reverencia, pensando que el que viene a
nosotros pobres pecadores es nada menos que Jesucristo, Dios, infinitamente poderoso,
Creador del Universo; pero que nos ama tanto, que se ha querido quedar con nosotros en el
sagrario para que podamos recibirle.
Si sólo pudiéramos comulgar una vez en la vida, ¿cómo nos prepararíamos? El poder
comulgar con frecuencia no debe ser causa de rutina.
Al comulgar nos empapamos de Cristo como una esponja se empapa de agua.
Es más, al comer el Cuerpo de Cristo, el alimento espiritual nos transforma a nosotros, y
no nosotros al alimento: como cuando comemos comida material. La idea es de Santo Tomás'
. «En la eucaristía, más que transformar a Cristo en nuestra sustancia, es Él quien
nos transforma en la suya.
Sería un error privarse de la comunión por un sentimiento exagerado de indignidad
propia. Para comulgar fructíferamente basta estar en gracia de Dios.
No es necesario ser santo, sino que comulgamos frecuentemente para poder serlo.
«La Sagrada Comunión nunca la merecemos, pero siempre la necesitamos»
Lo mejor es comulgar en medio de la Misa, pero si no puedes oír Misa, al menos comulga.
Los sacerdotes tienen obligación de darla a cualquier hora a todos los fieles que la
pidan razonablemente'.
Cuando vayas a comulgar, acércate al comulgatorio con los brazos cruzados en actitud
respetuosa.
Cuando el sacerdote vaya a darte la Sagrada Forma, te dirá: El Cuerpo de Cristo. Tú le
respondes: Amén, y levantas la cabeza, la echas un poco hacia atrás, abres
suficientemente la boca y sacas un poco la lengua por encima del labio inferior para que
te deposite en ella a Nuestro Señor.
Es dificilísimo dar la comunión a personas que tienen su cabeza inclinada hacia delante,
la boca poco abierta y sin sacar la lengua. Hay peligro de que se caiga la Sagrada Forma.
Después, retírate a tu puesto.
Para tragar con facilidad la Sagrada Forma, deja que se humedezca un poco con la saliva.
Si se pega al paladar, despréndela con la lengua.
También puedes recibir la Sagrada Forma en la mano, poniendo la mano izquierda como
bandeja y tomando la Sagrada Forma con la derecha.
Texto escrito por el Padre Jorge
Loring
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