He experimentado
constantemente en mi vida la presencia amorosa y eficaz de la Madre del Señor; María me
acompaña cada día en el cumplimiento de la misión de ser el Sucesor de Pedro...
Esto es para Ti que hoy estás desilusionado...
Para ti que ya no tienes esperanza...
Para ti que estás acostumbrado a una vida gris...
Para ti que ya no crees conseguir nada nuevo...
Para ti, que has olvidado la capacidad de maravillarte...
Para ti, que has perdido la confianza de llamar a Dios Papá...
Para ti, que sufres...
Para ti, a quien la vida parece haberle negado mucho...
Hoy quiero decirte... ¡Levántate! Porque Cristo te ama!!!
¡Levántate! Porque quiere que seas solidario.
¡Levántate! Y tu voz podrá dar gracias para siempre...
Recuerda siempre que el trabajo más importante no es el de la transformación del mundo,
sino el de la transformación de nosotros mismos.
Que sólo en el silencio el hombre logra escuchar en lo íntimo de la conciencia la voz de
Dios, que verdaderamente le hace libre.
Que un joven sin alegría y sin esperanza no es un joven auténtico, sino un hombre
envejecido antes de tiempo.
Que sólo quien, en nombre del amor, sabe ser exigente consigo mismo, puede exigir amor a
los demás.
Pues es amando a los demás que descubriréis el sentido de la vida.
Que sólo el amor construye, sólo el amor acerca, sólo el amor logra el amor de los
hombres en su diversidad.
El hombre suele penetrar con frecuencia en el sendero oscuro de la vida, pero de repente
las tinieblas se deshacen ante el esplendor de la Palabra de Dios.
En verdad os digo... todas las cosas, todos los acontecimientos, para quien sabe leerlos
con profundidad, encierran un mensaje que, en definitiva, remite a Dios.
Nunca te olvides que... "No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón".
Y que Cristo está muy cerca de todos los que sufren.
La paz exige cuatro condiciones esenciales: Verdad, justicia, amor y libertad
Sin la esperanza se apaga el entusiasmo, decae la creatividad y mengua la aspiración
hacia los más altos valores.
Sean dichosos todos aquellos que, día a día, con generosidad inagotable acogen tu
invitación, oh Madre, a realizar
lo que dice tu Jesús...
Amén
Y que la felicidad la alcancen aunque sea desde el sacrificio...
«Os he buscado tantas veces... Ahora vosotros habéis venido a mí. Y yo os lo
agradezco».
SS. Juan Pablo II
Viernes 1º de Abril de 2005
Gracias, Juan Pablo II, por tu entrega, por tu cariño, por tu aliento y por tu ejemplo.
¡Hasta siempre querido Juan Pablo II!