Dichosos los que me miran con simpatía.
Dichosos los que comprenden mi paso cansado.
Dichosos los que hablan en voz alta, para minimizar mi sordera.
Dichosos los que aprietan con calor mis manos temblorosas.
Dichosos los que se interesan de mi lejana juventud.
Dichosos los que no se cansan de escuchar mis relatos y tantas veces repetidas.
Dichosos los que comprenden mi necesidad de cariño.
Dichosos los que me regalan fragmentos de su tiempo.
Dichosos los que se acuerdan de mi soledad.
Dichosos los que se acercan a mi sufrimiento.
Dichosos los que me brindan alegría en esta última etapa de mi vida.
Dichosos los que están cerca en el momento de mi encuentro con el Señor.
Cuando entre en la Vida sin fin..., me acordaré de ellos delante del Señor
Web católico de Javier
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