La frase "Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino de los Cielos" aparece en el evangelio de Mateo (Mt 19,24). ¿Cómo debemos de interpretar estas palabras de Jesús? Es preciso aclarar antes de nada que Jesús nunca condenó la riqueza ni los bienes en sí mismos. Lo que condena son las personas cuyo único interés es acumular bienes y dinero para su propia satisfacción, no teniendo presente las necesidades del mundo. Se refiere a las personas con fortunas cuyo corazón está apegado exclusivamente al dinero, porque no es lo mismo que una persona posea riquezas que las riquezas posean a la persona.
Entre los propios amigos de Jesús estaba José de Arimatea, un hombre considerado rico. También estaba Zaqueo, que tras conocer al Señor cambia su actitud y reparte la mitad de sus bienes. Los ricos también pueden salvarse, obviamente, siempre y cuando hagan un buen uso de sus fortunas. Posibilidades hay muchas, en función del dinero que tengan. Pueden colaborar generosamente con los misioneros del tercer mundo, apoyar económicamente a las ONG de la Iglesia, becar los estudios de seminaristas, dar una importante cantidad de dinero para las obras de una parroquia, ayudar activamente a los conventos que viven de la caridad y la providencia, dar dinero cuando hay grandes catástrofes naturales en países (terremotos, huracanes, guerras, etc.).
Jesús les dice a los ricos: "No amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socaven y roben. Amontonad más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón". (Mt 6, 19-21).
Seas rico o pobre, pregúntate de vez en cuando dónde está tu corazón.
Javier López
Web Católico de Javier
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