Cuenta una historia que un empleado trabajaba en una planta cárnica en Noruega. Un día, a punto de terminar su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores
para inspeccionar algo cuando se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador.
Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas y era casi imposible escucharlo
por el grosor que tenía esa puerta.
Llevaba tres horas en el refrigerador al borde de la muerte. De repente, se abrió la puerta. El guardia de seguridad entró y lo rescató.
Después de esto, le preguntaron al guardia por qué se le ocurrió abrir esa puerta si no es parte de su rutina de trabajo. Él explicó lo siguiente: llevo trabajando en esta empresa 35 años. Cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda por la mañana y se despide de mí por las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible.
Esta mañana me saludó a la entrada diciendo "Buenos días. ¿Qué tal?". Sin embargo, esta tarde no escuché su "Hasta mañana".
Yo espero cada mañana ese saludo de hola o buenos días. Por la tarde, también espero ese chao o hasta mañana. Me extrañó no haberle visto a la salida. Pensé que quizás tendría un problema en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré.
Web católico de Javier
Si te ha gustado la reflexión El poder de un saludo, compártela por favor en las redes sociales.
Índice de Web Católico de Javier
Suscríbase gratis al canal de Whatsapp o Telegram de Web Católico de Javier.