Jubileo extraordinario de la Misericordia

Del 8 de diciembre de 2015 al 20 de noviembre de 2016

Logo del Jubileo de la Misericordia El pasado mes de marzo de 2015, en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco anunció la convocatoria del Jubileo Extraordinario de la Misericordia. El propio Papa Francisco lo justificaba de esta forma: "He anunciado un Jubileo Extraordinario de la Misericordia como tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes", en un momento en que la Iglesia vive un tiempo de nueva evangelización. Se trata de renovar el espíritu del Concilio Vaticano II en su quincuagésimo aniversario; ya que con el Concilio "la Iglesia sintió la responsabilidad de ser en el mundo signo vivo del amor del Padre"; ahora "la Iglesia siente la necesidad de mantenerlo vivo".

Se iniciará con la apertura de la Puerta Santa en el Vaticano durante la solemnidad de la Inmaculada Concepción, el 8 de diciembre de 2015. Finalizará el 20 de noviembre de 2016, domingo en el que se celebrará la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo. Posteriormente, el tercer domingo de Adviento, se abrirá la Puerta Santa de la catedral de Roma, así como la basílica de San Juan de Letrán y sucesivamente se abrirá la Puerta Santa en las otras Basílicas Papales.

Ese mismo domingo, se establece que cada Iglesia particular abra, para todo el Año Santo, una Puerta de la Misericordia equivalente a la Catedral, que es la Iglesia Madre para todos los fieles, o en la iglesia principal de la ciudad o en una iglesia de significado especial o santuario.

El Jubileo, por tanto, será celebrado en Roma y también en las Iglesias del resto del mundo como signo visible de la comunión de toda la Iglesia.

El lema de este año santo jubilar es "Misericordiosos como el Padre". El propio Papa Francisco dice que "es mi vivo deseo que el pueblo de Dios reflexione durante el Jubileo sobre obras de misericordia corporales y espirituales". Redescubrir las obras de misericordia corporales: dar de comer al que pasa hambre, acoger al forastero, asistir a los enfermos y visitar a los presos, etc. Y obras de misericordia espirituales: dar consejo a quien lo necesite, consolar al afligido, corregir al que se equivoca, perdonar ofensas, rezar por los vivos y los difuntos...

Durante este año, los fieles querrán atravesar la Puerta Santa con la posibilidad de adquirir la indulgencia plenaria. Sin embargo, el Regente de la Penitenciaría Apostólica, obispo Krzysztof Nykiel, recordó que el verdadero perdón llega con la Confesión: «Durante el Jubileo extraordinario de la Misericordia, el confesionario será la Puerta Santa del alma. Y la celebración del sacramento de la Reconciliación será la ocasión para un encuentro vivo y verdadero con Cristo Misericordioso».

El prelado señaló que este Jubileo será un año propicio para redescubrir la centralidad del sacramento de la Confesión en la vida de la Iglesia: «Todo el que quiera experimentar la alegría de sentirse acogido y amado por Dios deberá, en efecto, acercarse al confesionario, porque principalmente a través de este sacramento, Dios se manifiesta al hombre como Padre que no se cansa nunca de perdonar y de salvar».

Por ello –afirmó Mons. Nykiel– «todos los peregrinos que lleguen a Roma para obtener la indulgencia plenaria, deberán pasar a través de la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, pero para que el fiel obtenga la absolución de los pecados y experimente la alegría del perdón de Dios, deberá pasar a través de las puertas del confesionario».

Durante el Año Santo, el Papa Francisco enviará por todo el mundo a los «misioneros de la misericordia», sacerdotes con la autoridad para perdonar también «los pecados que están reservados a la Santa Sede», es decir: «pecados que comportan la pena automática de la excomunión cuya remisión está reservada a la Sede Apostólica», y que por tanto necesitan ser sometidos generalmente al juicio de la Penitenciaría Apostólica para ser absueltos, como la profanación de la Eucaristía; la violación del secreto de confesión; la consagración del Obispo sin autorización; y la ofensa al Pontífice. También el pecado del aborto, que implica la excomunión pero que no está reservada la absolución a la Sede Apostólica sino al obispo o un delegado suyo.

Sobre las «condiciones» para absolver de estos pecados son las mismas que se piden para la absolución de otros pecados, es decir «el arrepentimiento y el deseo de recomenzar en la vida cristiana».

Los misioneros de la misericordia estarán presentes en todas las diócesis como "signo vivo de cómo el Padre acoge a todo aquel que busca el perdón".

Es realmente providencial y de la máxima importancia, pues la confesión –decía el venerable obispo Tihamér Tóth– «es bendición no solamente para el individuo, sino también para la sociedad. El síntoma más alarmante del hombre de nuestros días es precisamente que se ha oscurecido en él la conciencia del pecado y se ha debilitado el deseo de purificación. "

Oración del Papa Francisco en el Jubileo de la Misericordia

Señor Jesucristo, tú nos has enseñado a ser misericordiosos como el Padre del cielo, y nos has dicho que quien te ve, lo ve también a Él. Muéstranos tu rostro y obtendremos la salvación. Tu mirada llena de amor liberó a Zaqueo y a Mateo de la esclavitud del dinero; a la adúltera y a la Magdalena de buscar la felicidad solamente en una creatura; hizo llorar a Pedro luego de la traición, y aseguró el Paraíso al ladrón arrepentido.

Haz que cada uno de nosotros escuche como propia la palabra que dijiste a la samaritana:

¡Si conocieras el don de Dios!

Tú eres el rostro visible del Padre invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti, su Señor, resucitado y glorioso.

Tú has querido que también tus ministros fueran revestidos de debilidad para que sientan sincera compasión por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.

Manda tu Espíritu y conságranos a todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la vista a los ciegos.

Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.

Amén.


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