TESTIMONIOS
SOBRE MISIONES
1.- ¿Cómo
influyeron en mí las misiones?
Testimonio del joven Ricardo Cué Isoba
La misión para mí ha sido, es y será una experiencia
inolvidable e irrepetible. Es una sensación de felicidad y plenitud que no se comparan
con todos los lujos que tenemos en la vida diaria.
Para serles sinceros, la primera vez que acudí a una misión fue de una forma
involuntaria, más bien obligada por mi papá, pues él fue el impulsor de este apostolado
en mi familia y no tengo final para acabarle de agradecer por haberme hecho pasar por esta
experiencia inolvidable. Recuerdo que el día que llegamos yo estaba enojado y sin ganas
de cooperar. Era un tanto normal, ya que tenía 14 años, nunca había dejado mis
vacaciones para irme a una cosa así y recuerdo que mi papá me dijo: Mira, yo te
prometo que no te la vas a pasar mal, pero, si en realidad te la pasas mal te juro que no
regresas el próximo año; entonces me dije: Ahora sí me la voy a pasar o voy
a hacer todo lo posible para pasármela mal para no regresar.
El primer día, con mi cara de aburrido y enojado, salí a misionar casa por casa y me iba
dando cuenta de tantas cosas que nunca pensé que pudieran hacerme cambiar de parecer.
Entonces, esa tarde en la comida, me enteré que me tocaba dar una plática a los
jóvenes. ¿Yo una plática a los jóvenes?, ¿Qué les iba a decir? Pero entonces se me
acercó el Padre que nos acompañó y me dijo: Tranquilo, yo sé que tú vas a
poder, sólo encomiéndate a Dios y no necesitas nada más. Llegó la tarde y no
esperaba tanta gente. Eran como 30 jóvenes, entre hombres y mujeres, sentados esperando a
que les hablara de algo. Entonces busqué en mi mochila y ví un libro llamado
Manual del Misionero y bendito libro; lo abrí y justo en la página que
salió era un tema actual. Comencé a hablar y seguí hablando. Pasaban los minutos y yo
hablaba y cuando me di cuenta ya había pasado más de una hora y ya no sabía qué hacer.
Entonces los puse a platicar entre ellos y se fueron felices.
Cuando regresé a descansar, lo primero que hice fue ir a contarle al Padre cómo me
había ido y yo estaba tan emocionado que el Padre me preguntó: Bueno y ¿qué les
dijiste?, en ese momento mi mente se quedó en blanco y ya no supe qué decirle y le
contesté: No me acuerdo, no sé y él se comenzó a reír y me dijo:
¿Viste cómo encomendándote a Dios las cosas salen como uno quiere y espera y, que
el que hablaba no eras tú, sino Dios a través de ti, que se manifestaba en ti?.
Cuando me dijo esto, quedé asombrado y petrificado de tanta razón que él tenía.
Con esto quiero darles a entender que ustedes no se preocupen acerca de lo que vaya a
pasar, porque sólo Dios sabe por qué los mandó y Él SIEMPRE los va a ayudar para que
nunca pasen un apuro, eso se los garantizo.
Pasó el tiempo y era hora de regresar a misiones y yo estaba más que listo. Esta
experiencia que hoy comparto con ustedes es algo inexplicable de el por qué o, más bien
cómo, se disfruta una semana sin televisión, amigos, novias, celular, antros, fiestas y
con todo lo relacionado con las vacaciones de Semana Santa que no las habíamos vivido
como se debe.
Quiero que piensen que: días, fiestas, amigos
y tiempo para ello, siempre sobra,
pero, entregar una semana de todo eso a Dios, por otra gente, créanme que nunca se van a
arrepentir.
Para finalizar sólo me queda dar gracias a Dios por haber iluminado a mi papá para ir de
misiones y a todas y todos los misioneros con los que he convivido porque han hecho de
esto una experiencia inolvidable.
Así que yo los invito a que reflexionen y piensen un poco en este pequeño texto que
comparto con ustedes para que así como a mí, las misiones cambien su vida.
2.- Testimonio de un misionero
Testimonio de Carlo Bruzaferro
Monti
Dejar mi familia y país y venirme dos años de misión fue una decisión que tuve hace un
año exactamente. Aquí estoy, en México, y justo en el medio de esa mi grande misión,
surgió la Megamisión.
Ya había participado en otras misiones chicas, mas esta sí me permitió hacer un balance
de cómo anda todo. Fue como un resumen de todo. Dividiré la misión de dos maneras:
1. El shock con la realidad del mundo.
2. El encuentro con Dios.
El shock con la realidad
Primero porque salimos de una colonia rica de Monterrey y llegamos a un pueblo bien pobre
de Hidalgo: Atotonilco. Lo que más me llamó la atención fue como los muchachos que
fueron con nosotros no tenían ni idea de lo que era la pobreza. Incluso ya se me había
olvidado de muchas cosas que ya no veía hace mucho tiempo.
¡No conocer estas realidades explica cómo muchas personas no hacen nada por los demás!
No saber lo que pasa es la razón por la cual muchas personas están bien acomodadas en
sus sillones.
Pero me pregunté si realmente las personas no saben lo que pasa en esos pueblos. ¿Será
que viven en burbujas tan cerradas que jamás verán una imagen de un niño muriendo de
hambre en la televisión? O, será que la televisión es algo tan artificial que todo
parece mentira? O, ¿será que ven tantas escenas de este tipo que ya se anestesiaron?
Hay muchos Santo Tomás que necesitan tocar en las llagas de Cristo para creer. Muchas
personas que no les basta las imágenes en la tele, tienen que ir hasta allá para vivir y
darse cuenta de cómo es la vida real de nuestro planeta. Quieren comprobar lo que ven en
la televisión.
Muchos de esos muchachos realmente se transformaron después de tocar las llagas, de comer
tortillas con nopal todos los días, de dormir en el piso, de no bañarse por no tener
agua, de convivir con los problemas insolucionables de la gente, familias abandonadas por
los papás, enfermedades muy graves y caras de curar, abortos inocentes, alcoholismo
crónico, etc. En fin, se transformaron después de vivir como el 90% de la gente que vive
en el mundo.
Ojalá realmente todos al menos crean después de haber tocado las llagas de Cristo, pues
todavía hay mucha gente en el mundo que aún después de tocarlas, siguen como antes.
El encuentro con Dios
Digo que muchos por primera vez se encontraron con Dios, porque se dieron cuenta de los
dones que Dios les había regalado: inteligencia, alimentación, confort, los mejores
médicos y hospitales, autoomóvil, computadora, trabajo, salud, amigos sanos, familia y
la Fe Católica! Se dieron cuenta que deberían compartir eso todo con los demás, que
deberían dejar algunas cosas para ayudar a los otros. ¡Vieron que la felicidad está en
dar! La gente de allá no tenía nada y aún así nos ofrecían sus casas para doce
hombres con comida y todo. Sacaron sus niños de los cuartos para hospedarnos a nosotros.
¡Son personas sencillas pero que tienen postgrado, maestría y doctorado en generosidad!
-¡Enseñamos la sabiduría de esta gente! ¿Qué saben ellos? ¿Por qué no tienen nada y
son felices? ¿Por qué son tan generosos si no tienen nada? ¿Por qué? ¡Queremos
platicar contigo Señor!
A muchos de los que íbamos de misiones ya se nos había olvidado cómo rezar, más teníamos
muchas ganas de hacerlo. Queríamos ponernos de acuerdo con Dios, agradecerle, pedir
perdón por el tiempo perdido, pedirle ayuda para saber lo que platicar con la gente,
queríamos comprender el por qué de tanta generosidad en un mundo tan maltratado, queríamos
aprender a amar.
- ¿Amor? ¿Qué es eso?
- Una novedad que nos acaba de platicar un hombre, ¿cómo se llama?... ¡Ah, Jesús de
Nazareth!
Muchas personas por primera vez tuvieron que depositar toda su confianza en Dios,
pues allá su dinero, títulos, contactos sociales, amigos y parientes no ayudaban en
nada. Sí, esa misión fue más útil para los misioneros que para el pueblo.
Concluimos que Nuestra misión fue, no en uno, y sí en dos pueblitos abandonados: Uno se
llamaba Atotonilco y el otro... nuestros propios corazones.
Descubrimos que nuestros corazones son a veces más desiertos, más secos, más pobres de
lo que imaginamos. Descubrimos que todo lo que tenemos por fuera no llena, al revés,
puede estancar nuestro corazones. Sólo Dios tiene el poder de inundarnos con la
satisfacción, la felicidad y el Amor. Él es el único que nos puede enseñar a ser como
esa gente: desapegados, sencillos, alegres, verdaderamente generosos y felices. Él es el
único camino, ¡Maestro de Amor!
Cristo , ¡haz nuestro corazón semejante al tuyo!
Sentimos esa importancia una tarde cuando nos encontramos en una capilla en el medio del
desierto, después de haber andado todo el día citando a la gente, después de hacerlos
andar horas para venir a Misa y de estar esperando dos horas al sol al Padre que no
llegaba. Todos nos quedamos sin saber qué decir o hacer, por lo que decidimos rezar el Rosario
con las personas.
No podía creer que íbamos a dejar a todos sin la Misa después de tanto sacrificio.
Pedimos fervorosamente que el Padre llegase, y en el 3° misterio del Rosario, cuando
habíamos acabado de pedir por el padre, llegó él para hacer la Misa.
Miré a todos y percibí que no era el único maravillado con la intercesión de María,
con el poder de la oración. Era como si Dios nos quisiera enseñar a pedir (Pedid y se os
dará).
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