"Dejaos reconciliar por Dios"
El arrepentimiento es una visita de Dios, una señal de su amor. Por eso, antes de acercarnos, es importante que oremos con un corazón arrepentido.
A menudo, el pecado se esconde en lo más recóndito de nuestro corazón, y muchas veces, ni nosotros mismos somos capaces de verlo, o no lo llamamos pecado, sino costumbre, o cosa hecha por todos. Examina con atención tu conciencia, para ello te pueden servir los mandamientos, o las bienaventuranzas.
Las preguntas que tienes a continuación también te pueden ayudar.
¿Es firme mi fe en Dios? ¿Qué me impide que Dios sea lo más importante para mí? ¿Qué hago para robustecer mi fe?
¿Rezo asiduamente por la mañana y por la noche? ¿Participo en la Eucaristía sobre todo los domingos? ¿Ofrezco a Dios mis trabajos y mis preocupaciones? ¿Me preocupo por estudiar y profundizar en la Palabra de Dios?
¿Hay otros dioses que habitan mi corazón? ¿Qué ídolos me construyo?
¿Tengo un auténtico amor al prójimo? ¿Abuso de mis hermanos usándolos para mis fines? ¿Me porto como no quisiera que se portaran conmigo?
En el seno de mi familia, ¿colaboro para que exista la paz, el amor, las buenas relaciones?.
¿Comparto lo mío con los demás? ¿Qué tiempo, cualidades, dinero pongo, de hecho, a disposición de los demás? ¿Cómo me intereso por las cosas de las personas que viven conmigo, en mi casa, trabajo, ciudad ... ? ¿Cumplo con mis obligaciones ciudadanas?.
¿Soy servicial, laborioso, cuidadoso, cumplidor en el trabajo que realizo?
¿Cumplo la palabra que doy? ¿Digo de los demás calumnias, mentiras, verdades a medias o por el contrario digo siempre lo justo?
¿Me siento separado de alguien por riñas, disputas, peleas? ¿He hecho daño a otro con burlas o de manera física? ¿Me siento dispuesto a la paz o engendro violencia y venganza?
Si hay personas a tu cargo ¿Te has preocupado por darles siempre lo mejor de ti mismo? ¿Las has utilizado para tus propios fines?
¿He robado algo a alguien? ¿He restituido o reparado ese daño?
¿Me esfuerzo por avanzar en la vida espiritual? ¿Me esfuerzo en dominar mis vicios y mis malas inclinaciones? ¿He sido soberbio? ¿He impuesto mi voluntad a todo trance pasando por encima de los demás?
¿Qué uso hago de mi tiempo, de mis fuerzas, de los dones que Dios me ha dado? ¿Vivo en la ociosidad o la pereza?.
¿He procurado poner siempre mi sexualidad al servicio de un auténtico amor o por el contrario he usado de ella solo por diversión?.
¿Trato siempre de actuar con la libertad de conciencia de los hijos de Dios, o me siento atado por algo o por alguien?
Después de haber examinado tu conciencia, quédate en silencio pidiendo a Dios y a su Iglesia perdón. Puedes hacerlo con tus propias palabras o con una oración:
Misericordia Señor, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.
Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado, contra Ti, contra Ti pequé, cometí la maldad que aborreces.
Te gusta un corazón sincero, y en mi interior me llenas de sabiduría, rocíame con el hisopo, quedaré limpio, lávame, quedaré más blanco que la nieve.
Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados, aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.
Oh Dios, crea en mí un corazón puro, afiánzame con espíritu generoso, no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo Espíritu.
Acércate con confianza. Puedes comenzar con un saludo normal, o diciendo "Ave María Purísima", como prefieras,
Después manifiesta con sencillez las raíces de tus pecados y tu estado de separación de Dios. El sacerdote te puede dar algunas palabras de aliento. Después se señala una obra de penitencia. Y lo invita a que se reconozca pecador. Puedes rezar una breve oración como esta: "Señor Jesús, ten piedad de mí, que soy un pecador".
Finalmente, el sacerdote, en nombre de Dios declara que has sido absuelto de tu culpa.
Oh Dios nuestro y Dios de nuestros padres:
que nuestra oración llegue a tí.
Ya lo ves, Señor.
No somos ni audaces ni endurecidos,
ni te vamos a decir
"somos inocentes, no tenemos pecados",
sino que lo confesamos: ¡hemos pecado!
Somos de verdad culpables:
hemos sido rebeldes a tu voluntad,
hemos abusado de tu confianza,
hemos blasfemado, hemos incitado al mal,
hemos calumniado al inocente,
hemos sido orgullosos,
hemos actuado con ira y violencia,
hemos afirmado cosas falsas,
hemos dado malos consejos y ejemplos,
hemos despreciado cosas respetables,
hemos desobedecido, hemos engañado,
hemos despreciado tu palabra,
hemos sido duros de corazón,
hemos cometido injusticias,
hemos oprimido al prójimo,
nos hemos entregado a la corrupción,
hemos cometido acciones vergonzosas,
hemos seguido malos caminos,
hemos rechazado a nuestro prójimo
y, para nuestra desdicha, hemos abandonado tus mandamientos.
Tú, tan justo en todo lo que nos sucede,
has seguido actuando siempre con fidelidad y amor para con nosotros,
y nosotros te hemos olvidado, y hemos pecado
Dios y Padre nuestro, que tu perdón descienda sobre nosotros,
porque tú eres un Dios de misericordia
y ante ti nos presentamos hoy con corazón arrepentido y doliente.
¡Perdón, Señor, hemos pecado contra ti!
Web católico de Javier
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Los 10 mandamientos de la Ley de Dios