Curaciones
por intercesión de San Juan Pablo II
Curación de Floribeth Mora
Esta es la curación elegida para la canonización de Juan Pablo II, el 27 de abril de 2014. La protagonista es una mujer costarricense que vive en la localidad
de Tres Ríos de
Cartago. El pasado 18 de junio de 2013, la Comisión Teológica
de la Congregación para la Causa de los Santos aprobó esta curación,
como ya lo hicieran en el mes de abril los médicos que reconocieron
que, de forma inexplicable, Flory –como la llaman sus familiares y
amigos–superó un aneurisma cerebral cuando ya estaba desahuciada por los médicos.
La propia Flory relata así su testimonio: Todo comenzó el 8 de abril de
2011 al despertar. «Me dio un dolor
de cabeza tan fuerte que pensé que me reventaría la cabeza. Le pedí a
mi esposo que me llevara al hospital porque me sentía bastante mal.
Cuando llegué me encontraba muy mal por los vómitos y el dolor de
cabeza», relata esta mujer en un testimonio escrito por ella misma hace
un año, recogido ahora por "La Razón", y confirmado a ese diario español por uno
de los partícipes del milagro.
En aquella primera visita al médico, le diagnosticaron estrés y
presión alta. Al comprobar a lo largo de los días posteriores que su
estado de salud no mejoraba, decidió acudir a un hospital en San José,
la capital de Costa Rica.
«Tras varios exámenes me dijeron que tenía un pequeño derrame de sangre
en mi cerebro, luego me hicieron un TAC y descubrieron que se trataba
de un aneurisma cerebral en el lado derecho».
Los médicos desistieron
De inmediato la trasladaron a otro centro, mientras los
facultativos se mostraban sorprendidos por su aguante. Tras varios
intentos por cerrar el goteo de sangre que sufría en su cerebro, el
equipo médico que la atendía tuvo que desistir al encontrarse la
dilatación en un lugar de difícil acceso.
A partir de este momento, la situación empeoró sobremanera. Tras
pasar unos días en observación, las limitaciones del sistema sanitario
costarricense impidieron llevar a cabo una operación.
«Se cerraban así mis posibilidad de sobrevivir a tan fatal
diagnóstico», recuerda esta madre de cuatro hijos, abuela de cuatro
nietos y esposa de un exoficial de la Policía nacional.
Tal era la gravedad de su situación que regresó a casa con un
aviso claro a su familia: sólo le quedaba un mes de vida. Sin embargo,
a pesar de la desesperación que en un primer momento les generó pensar
en el desenlace de la historia, «nos llenamos de mucha fe, pero no
puedo negar el miedo tan grande que sentía al ver lo que me estaba
sucediendo».
Juan Pablo II, beato
No se cumplía ni un mes de aquella mañana en la que su
vida se
truncó, cuando tuvo lugar otro giro inesperado. El 1 de mayo de 2011,
en la plaza de San Pedro, más de un millón de personas participan en la
beatificación de Juan Pablo II.
Benedicto XVI proclamaba beato al Papa polaco destacando en
primera persona cómo vivió la santidad de su predecesor en la sede de
Pedro: «Durante 23 años pude estar cerca de él y venerar cada vez más
su persona. Su profundidad espiritual y la riqueza de sus intuiciones
sostenían mi servicio. El ejemplo de su oración siempre me ha
impresionado y edificado: él se sumergía en el encuentro con Dios, aun
en medio de las múltiples ocupaciones de su ministerio». Cuando
amanecía en Costa Rica, Juan Pablo II ya había sido beatificado.
Jesús Sacramentado, en procesión
Como todos los domingos, la familia de Floribeth acudió a
misa a
la parroquia. Con pocas fuerzas, pero de nuevo animada por su esposo,
acudieron al centro del barrio porque se estaba celebrando una
procesión.
«En ese momento estaba pasando una carroza con la imagen de Jesús
Sacramentado y sentí un frío en el cuerpo. Me bajé del coche y fui
hasta allí».
Entonces, el sacerdote que acompañaba a la procesión declamaba una
oración: «¡Oh, Señor! Hay una sanación».
La mujer se detuvo y se puso a rezar: «Le pedimos a nuestro Papa Juan
Pablo que nos ayudara a pedirle a Dios que me ayudara».
Y en ese preciso instante, algo empezó a cambiar. «Salí de ese parque
con la fe de que yo fui la sanada», apunta esta madre de familia que
desde entonces centra las miradas de sus vecinos y amigos. A partir de
ahora, de todo el orbe católico.
Reliquias del Papa en un santuario
Unos días después de aquel hecho, Floribeth, consciente
de que al
Santuario de la Virgen de Ujarrás –cercano a su domicilio– había
recibido unas reliquias del Papa polaco, decidió acudir a rezar. «De
nuevo, un milagro», apostilla.
Se trataba de un relicario que contiene muestras de sangre de
Juan Pablo II, extraídas un día antes de morir.
Sin embargo, a pesar del esfuerzo realizado, cuando llegó ya
había terminado la exposición. Aun así, el padre Dónald Solano hizo una
excepción.
«Me la enseñó y la toqué. Seis meses después me hicieron otro examen en
el cerebro y me indicaron que el aneurisma había desaparecido para la
honra y la gloria de mi Dios», subraya esta mujer, que ha hecho posible
que Juan Pablo II sea proclamado santo el 27 de abril de 2014.
El neurocirujano, sin explicación
Según publicó el jueves 20 de junio el diario «La Nación»
de
Costa Rica, el neurocirujano Alejandro Vargas Román, que atendió a
Floribeth Mora durante su enfermedad, confirmó estos días que no
encontró explicación científica a la desaparición repentina del
aneurisma que padecía cuando analizaron exámenes posteriores a aquel 1
de mayo de 2011.
Además, Vargas reveló que funcionarios de la Santa Sede le
consultaron sobre los detalles del caso durante la fase diocesana del
proceso de canonización, la primera antes de que los informes sean
remitidos a Roma y examinados por las diferentes comisiones de la
Congregación para la Causa de los Santos.
«Médicamente, en teoría, nunca les va a desaparecer un aneurisma a las
personas porque es una dilatación. Científicamente, yo no tengo
ninguna explicación del por qué desapareció», comenta el doctor, que
vivió en primera persona lo ocurrido en el hospital Calderón Guardia.
Curación de Marco Fidel Rojas
Marco Fidel Rojas fue alcalde de Huila. Es colombiano, sufría de Párkinson y fue curado por intercesión del Beato Juan Pablo II
Según relató el propio Marco Fidel, todo comenzó el 8 de diciembre del
2005
cuando sintió los primeros síntomas de la enfermedad. Luego de una
serie de exámenes se determinó que tenía un accidente cerebrovascular.
Posteriormente le indicaron que como consecuencia del infarto en el
cerebro sufría de Párkinson.
Poco a poco la enfermedad fue empeorando. "En cualquier momento me
podía desplomar. Varias veces me caí en la calle", indicó y relató que
incluso como consecuencia de uno de estos desplomes casi es atropellado
por un taxi.
Fueron pasando los años hasta que la noche del 27 de diciembre del 2010
recordó que en un viaje a Roma conoció al en entonces Papa Juan Pablo
II en una Misa y que habló con él unos pocos segundos.
"Tengo un amigo en el más allá. Y tuvo Párkinson. ¿Por qué no lo había invocado
antes? Venerable padre Juan Pablo II: venga y sáneme, ponga
sus manos en mi cabeza", dijo esa noche en medio de su dolor.
Esa
noche durmió profundamente y al día siguiente ya no tenía los
síntomas de la enfermedad.
"Sí,
Juan Pablo II me hizo el milagro de curarme", dijo el colombiano
que ahora no duda en destinar su pensión para extender la devoción al
Papa polaco comprando y regalando estampitas.
"Mi
gran promesa con mi sanador, con el beato, es regar la devoción por
donde vea que puedo", contó a El Tiempo. Según el diario, dijo que
sería como volver a nacer si Juan Pablo II es proclamado santo gracias
a su historia.
Según
el diario colombiano, la sanación de Marco Fidel es certificada
por "el prestigioso neurólogo Antonio Schlesinger Piedrahita", que en
el certificado expedido el 26 de septiembre de 2011 señala que
"actualmente encuentro al paciente en buenas condiciones de salud.
Presenta temblor de reposo en manos. Resto del examen neurológico,
normal".
Como
se recuerda, el milagro que permitió la beatificación del Papa
Juan Pablo II fue la sanación de la religiosa francesa Marie
Simon-Pierre, que también padecía de Párkinson, la enfermedad que
durante años padeció el extinto Pontífice.
Marie
Simon-Pierre, una hermana nacida en 1962, perteneciente a la
congregación de las Hermanitas de las Maternidades Católicas, que
trabaja actualmente en
la maternidad de la Sainte Félicité, en el distrito número 15 de París,
ha sido curada
de parkinson por intercesión de Juan Pablo II.
A Marie-Simon-Pierre le diagnosticaron los trastornos neurológicos
propios de esa
enfermedad en junio de 2001, una enfermedad que también padeció Juan
Pablo II. A
continuación, podrán leer el testimonio de la Hermana Marie Simon
Pierre:
<<Estaba enferma de Parkinson. Me fue diagnosticado en junio
de 2001. La
enfermedad me había afectado toda la parte derecha del cuerpo,
causándome una serie de
dificultades. Después de tres años, de una fase inicial lentamente
progresiva de la
enfermedad, se agravaron los síntomas, se acentuaron los temblores, la
rigidez, los
dolores y el insomnio.
Desde el 2 de abril de 2005, comencé a empeorar de semana en semana, me
debilitaba de
día en día, no conseguía escribir -soy zurda- y, si intentaba hacerlo,
lo que escribía
era difícilmente legible. No conseguía conducir el coche, salvo en
trayectos muy breves,
porque mi pierna izquierda se bloqueaba a veces durante mucho rato y la
rigidez no me
permitía conducir. Para desarrollar mi trabajo en el ámbito
hospitalario necesitaba
además siempre mucho tiempo. Estaba totalmente exhausta. Después del
diagnóstico, me
era difícil ver a Juan Pablo II en televisión; pero me sentía muy
cercana a él en la
oración, y sabía que podía entender lo que yo vivía. Admiraba su fuerza
y su coraje,
que me estimulaban a no rendirme y a amar este sufrimiento. Sólo el
amor habría dado
sentido a todo ello. Era una lucha cotidiana, pero mi único deseo era
vivirla en la fe, y
de aceptar con amor la voluntad del Padre.
Era la Pascua de 2005, y deseaba ver a nuestro Santo Padre en
televisión, porque en mi
interior sabía que sería la última vez que iba a poder hacerlo. Durante
toda la mañana
me preparé para aquel encuentro (él me mostraba lo que yo sería al cabo
de algunos
años). Era muy duro para mí, que era tan joven... Pero un imprevisto no
me permitió
verlo.
La tarde del 2 de abril de 2005, estaba reunida toda la comunidad para
participar en la
vigilia de oración en la plaza de San Pedro, transmitida en directo por
la televisión
francesa de la diócesis de Paría (KTO), cuando fue anunciada la muerte
de Juan Pablo II
se me vino el mundo encima. Había perdido al amigo que me entendía y
que me daba la
fuerza de seguir adelante.
Notaba en aquellos días la sensación de un gran vacío, pero sentía la
certeza de su
presencia viva. El 13 de mayo, fiesta de Nuestra Señora de Fátima, el
Papa Benedicto XVI
anunció oficialmente el comienzo de la Causa de beatificación y
canonización del Siervo
de Dios Juan Pablo II. A partir del 14 de mayo, las hermanas de todas
las comunidades
francesas y africanas de mi Congregación pidieron la intercesión de
Juan Pablo II para
mi curación. Rezaron incansablemente, hasta que llegó la noticia de la
curación. Yo
estaba de vacaciones en aquellos días. El 26 de mayo, concluido el
tiempo de descanso,
volví a la comunidad, totalmente exhausta a causa de la enfermedad. Si
crees, verás la
gloria de Dios: éste es el fragmento del evangelio de San Juan que me
acompaña desde el
14 de mayo. Y el 1 de junio: «¡No puedo más! Debo luchar para
mantenerme en pie y
andar». El 2 de junio, por la tarde, fui a hablar con mi Superiora,
para pedirle que me
dispensara de toda actividad laboral. Me pidió que resistiese todavía
un poco, hasta el
regreso de Lourdes, en agosto, y añadió: «Juan Pablo II no ha dicho
todavía la última
palabra».
Seguramente, él estaba presente en aquel encuentro, que se desarrolló
en la paz y en la
serenidad. Luego, la Superiora me dio una estilográfica y me pidió que
escribiera «Juan
Pablo II». Eran las 17 horas. A duras penas, escribí «Juan Pablo II».
Ante la
caligrafía ilegible, permanecimos largo rato en silencio... Y la
jornada prosiguió como
de costumbre. Tras la oración de la tarde, a las 21 horas, pasé por mi
oficina para
volver después a mi habitación. Sentí el deseo de coger una
estilográfica y escribir,
como si alguien me dijera: «Coge tu estilográfica y escribe…». Eran las
21:30/45.
La caligrafía era claramente legible, ¡sorprendente! Me tendí sobre la
cama,
estupefacta. Habían pasado exactamente dos meses desde el regreso de
Juan Pablo II a la
Casa del Padre... Me desperté a las 4:30, sorprendida de haber podido
dormir. Me levanté
de la cama. Mi cuerpo ya no estaba dolorido, había desaparecido la
rigidez e
interiormente ya no era la misma. Luego sentí una llamada interior y un
fuerte impulso a
caminar para ir a rezar ante el Santísimo Sacramento. Bajé a la capilla
y permanecí en
oración. Sentí una profunda paz y una sensación de bienestar, una
experiencia demasiado
grande, como un misterio, difícil de explicar con palabras.
Después, siempre ante el Santísimo Sacramento, medité los misterios de
la luz, de Juan
Pablo II. A las 6 de la mañana, salí para unirme a mis hermanas en la
capilla, para un
momento de oración, seguido de la celebración eucarística. Tenía que
recorrer unos 50
metros y, en aquel instante, al caminar, me di cuenta de que mi brazo
izquierdo se
balanceaba, ya no estaba inmóvil a lo largo del cuerpo. Noté también
una ligereza y una
agilidad física desconocidas para mí desde hacía mucho tiempo.
Durante la celebración eucarística, me sentí colmada de alegría y de
paz. Era el 3 de
junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Al salir de Misa, estaba
segura de que
estaba curada... «Mi mano ya no tiembla. Me voy de nuevo a escribir». A
mediodía dejé
de tomar las medicinas.
El 7 de junio, como estaba previsto, fui al neurólogo que me atendía
desde hacía 4
años. Se quedó sorprendido, también él, al constatar la imprevista
desaparición de
todos los síntomas de la enfermedad, a pesar de que había interrumpido
el tratamiento
cinco días antes de la visita. Al día siguiente, la Superiora General
confió a todas
nuestras comunidades la acción de gracias, y toda la Congregación
inició una novena de
gratitud a Juan Pablo II.
He interrumpido todo tipo de tratamiento. He reanudado el trabajo con
normalidad, no tengo
dificultad alguna para escribir, y conduzco incluso larguísimas
distancias. Me parece
haber renacido; es una vida nueva, porque nada es como antes. Hoy puedo
decir que el amigo
que dejó nuestra tierra está ahora muy cercano a mi corazón. Ha hecho
crecer en mí el
deseo de la adoración del Santísimo Sacramento y el amor por la
Eucaristía, que tienen
un lugar de privilegio en mi vida de cada día.
Esto que el Señor me ha concedido vivir por intercesión de Juan Pablo
II es un gran
misterio, difícil de explicar con palabras... Pero nada es imposible
para Dios. Realmente
es cierto: «Si crees, verás la gloria de Dios».
Se trata del casos más impresionante de curación atribuído al difunto
Papa, según
declaró en Roma, Monseñor Slawomir Oder, encargado del proceso de
canonización de quien
se llamara Karol Wojtyla antes de ser elegido Santo Padre como Juan
Pablo II en 1978.
CURACIÓN
DE UN NIÑO POLACO PARALÍTICO
El
cardenal de
Cracovia, Stanislaw Dziwisz, secretario personal de Juan Pablo II
durante más de 39
años, reveló la siguiente curación: se trata de un episodio ocurrido en
2009, unos
días antes de la celebración del cuarto aniversario de su muerte. Un
niño polaco de
nueve años, de Danzica, enfermo de tumor, cáncer en el riñón, fue
llevado en silla de
ruedas porque no podía caminar', relató.
'Allí -agregó en declaraciones a la televisión italiana-, ante la tumba
de Juan Pablo
II, rezó y apenas salió de la Basílica de San Pedro dijo a los padres
sorprendidos: yo
quiero caminar, se alzó e inició a caminar'.
El también arzobispo de Cracovia (Polonia), señaló haber sido testigo
personal de
'tantas gracias' a las cuales no quiso llamar milagros pero sí
curaciones, sobre todo de
enfermos de tumor.
CURACIÓN DE JORY AEBLY
En Cleveland, lo acontecido no fue menos extraordinario. Jory Aebly, de 26 años, sufrió una "herida letal" en la cabeza. Mal pronóstico, decían todos los médicos que le atendieron. Pero hete aquí que, según la cadena de televisión ABC, fue tener en sus manos un rosario bendecido tiempo atrás por Juan Pablo II y comenzar a sanar inexplicablemente.
CURACIÓN DEL CARDENAL FRANCESCO MARCHISANO
Durante
la
segunda Misa de los novendiales en sufragio del Papa Wojtyla que se
tuvo en la Basílica
Vaticana el sábado 9 a las 17 horas el celebrante, cardenal Arcipreste
de la Patriarcal
Basílica Vaticana Francesco Marchisano, afirmó haber sido curado cinco
años atrás por
el desaparecido Pontífice.
“Había sido operado a las carótidas y por un error de los médicos la
cuerda vocal
derecha había quedado paralizada, obligándome a hablar casi
imperceptiblemente. El Papa
me acarició el lugar de la garganta donde había sido operado diciéndome
que habría
rezado por mí. Después de algún tiempo volví a hablar regularmente”,
expresó el
Cardenal Marchisano.
Son muchísimos los tipos de milagros que se vienen atribuyendo a Juan
Pablo II en estos
días. Miles de historias distintas, sobretodo curaciones de
enfermedades, tumores, y
abundantes historias de conversiones. Las miles de cartas llegan con la
frase
“gracias Santidad por el milagro que me ha concedido”.
Curación
de Joe Amaral
«Miré la imagen de Juan Pablo II y, simplemente, me puse de pie». La
frase no tendría
mayor misterio si no fuera porque el que la pronunció, Joe Amaral, era
paralítico desde
hacía 30 años. Feligrés asiduo de la parroquia de San Antonio de Padua,
en New Bedford,
arrastraba una parálisis desde su juventud. «Recuerdo verle con
frecuencia con sus
muletas, tratando de subir las escaleras de granito de la iglesia»,
explicaba su
párroco, el padre Roger Landry. «Me conmovía al ver la gran fe que
poseía», agrega.
Un sábado del año 2008, Amaral fue a confesarse con el sacerdote. «Algo
ocurrió»,
rememora el feligrés. «El domingo por la mañana me desperté y me sentía
diferente»,
explica. Físicamente se encontraba igual, «pero estaba lleno de una
gran paz». «Sentí
que, en ese momento, necesitaba rezarle a Juan Pablo II», añade. Cuando
terminó,
encendió la televisión y apareció un documental sobre el anterior
pontífice. Nada más
verle, sus 30 años de parálisis quedaron para el recuerdo. Fue
inmediatamente a visitar
a su médico. «Me puse frente a él y le entregué mis muletas. Durante
cinco minutos
permaneció mudo», afirma. El médico, que conocía perfectamente su
historial, musitó:
«No hay ninguna razón médica para explicarlo».
Curación
del antiguo
peluquero de Juan Pablo II
"Los
médicos me dijeron que no sabían cómo había sido, pero la hernia ya no
estaba"
Gianni Vecchio trabaja en una peluquería de Roma desde hace más de 50
años. Por sus
manos han pasado miles de clientes, entre ellos un futuro santo.
Hablando de todo y de
nada, transcurrían las esporádicas visitas de Karol Wojtyla a la
peluquería en la que
trabajaba Gianni en los años 70, muy cerca del Vaticano.
"En una de las ocasiones le dije "Padre, tiene que saber que yo soy
comunista". Él me dijo: "No pasa nada, no te preocupes. Se ve que eres
una
persona buena". Tenía muy buena memoria. Cuando entraba en la tienda
siempre decía:
"¿Cómo está mi comunista?" En otras ocasiones hablábamos de mi familia,
de
mis hijas".
Así comenzó una amistad sin que Gianni supiera que ese sacerdote era
cardenal y uno de
los papables, es decir uno de los candidatos con más posibilidades de
ser Papa.
Tras la muerte de Juan Pablo I, durante la elección del nuevo Papa,
Gianni estaba en la
plaza de San Pedro cuando Karol Wojtyla salió al balcón de la basílica.
Entonces
reconoció la voz de uno de sus clientes.
"Cuando lo vi en el balcón grité: "¡Yo lo conozco, le he cortado el
pelo!" Corrí a casa a contárselo a mi mujer. "¡Han elegido Papa al
sacerdote
al que le cortaba el pelo! Fue un día muy alegre para mí".
Durante los 27 años de pontificado, Gianni se encontró con el Papa
varias veces. Pero
esta amistad se hizo aún más fuerte tras el fallecimiento de Juan Pablo
II.
A Gianni le dolía mucho la espalda. Los médicos le diagnosticaron una
hernia de disco,
una enfermedad muy dolorosa que afecta a los nervios de la espalda y de
la pierna. Aunque
Gianni ya estaba en el hospital para ser operado, no tuvo que pasar por
el quirófano. Fue
un milagro de su amigo Juan Pablo II.
"Cuando entré en el hospital vi una foto de Juan Pablo II y Madre
Teresa. Estaba
esperando para que me operasen al día siguiente y el médico decidió
hacerme otras
pruebas, otra resonancia magnética. Durante meses había sufrido dolores
muy fuertes.
Cuando me dieron los resultados, compararon las dos resonancias y la
hernia había
desaparecido".
Ni Gianni ni los médicos podían creer que la hernia hubiera
desaparecido. Pero así fue,
Gianni ya no sentía ningún dolor ni en la pierna ni en la espalda. Se
sentía como
nuevo.
"Los médicos me dijeron que no sabían cómo había sido, pero la hernia
ya no
estaba, había desaparecido. Que todo estaba bien y así es. Sigo
perfectamente".
Gianni no ha vuelto a sentir ningún tipo de dolor relacionado con la
hernia. Lo considera
un milagro de su amigo Karol Wojtyla. Por eso decidió escribir su
curación en una web
del proceso de beatificación de Juan Pablo II.
"Un mes después me llamaron de Radio Vaticana para pedirme que
testimoniara, que
contara mi curación"."Tengo todos los documentos, los informes médicos.
Todo.
Sé que cuando lo necesiten, se pondrán en contacto conmigo para que
testimonie y poder
formar una comisión que investigue mi caso".
Un encuentro fortuito entre Karol Wojtyla, futuro papa Juan Pablo II, y
Gianni Vecchio,
peluquero comunista de Roma. Una amistad que ha cambiado la vida de
Gianni para siempre.
CURACIÓN DE EVA DE ESTADOS UNIDOS
También en Estados Unidos se le atribuye al Pontífice polaco la sorprendente recuperación de una mujer de 58 años, Eva, a la que los médicos habían dado ya por muerta.