TESTIMONIOS DANDO
GRACIAS A SAN JUDAS TADEO
El 26 de
octubre tuve que ser ingresado de urgencias, después de un exhaustivo estudio médico, en
la Clínica Morgagni del Hospital San Camilo de Roma, bajo los cuidados del Dr. Pennachia.
El diagnóstico: insuficiencia cardíaca, edemas por todo el cuerpo, complicaciones en las
vías urinarias, además de bronquitis. Mi hermano sacerdote, que vino a verme, junto con
mi Párroco, Mons. Rebato de Véroli, de la iglesia de Sta. María Goretti, viendo la
gravedad de mi estado, quiso que antes de quedarme en la Clínica recibiese los Santos
Sacramentos, cosa que hizo con devoción y alegría.
Mi estado era gravísimo, pero mi fe en San Judas Tadeo, al que me dirigí para obtener de
Dios la curación, fue tan grande que el Dr. Pennacchia, director de la Clínica, juntos
con sus excelentes Colaboradores, guiados por el Santo, después de 47 días de
tratamiento, me han dado la alegría de poder regresar a casa curado.
Roma, 1966
LUCIANI GIOVANNI
Mi hermana Elena, debido a su mal estado a causa de una persistente hemorragia, fue
ingresada de urgencias en el Hospital, donde los médicos declararon que estaba en peligro
de muerte. Nos dirigimos con oraciones y súplicas al gran Santo y él nos obtuvo lo que
humanamente era imposible, la mejoría y la curación de mi hermana.
Roma, 1966 la hermana EMILIA RICCARDI
Ingresado de urgencias en el Hospital por meningitis y habiendo declarado el médico, tras
su visita médica, el caso como desesperado, invoqué a San Judas y rápidamente se
manifestó una improvisada y progresiva mejoría.
Roma, 1963 P. GUALTERI
En el mes de Julio de 1959, fui ingresada en el Policlínico y visitada por el Dr. Catani.
Hechas diversas pruebas, se vio que se trataba de cáncer de útero. Rápidamente se
hicieron un primer y después un segundo ciclo con rayos X, pero el mal avanzaba. Oré con
fervor a San Judas Tadeo, confiando en que él podía obtenerme la gracia de al completa
curación. Así llegamos al 15 de Octubre de 1960, día en que pasé una nueva revisión
para recibir un tercer ciclo de rayos X. Pero cuál no sería la sorpresa del Doctor, el
mismo del año anterior, cuando constató que el mal había desaparecido por completo. Se
me dio el alta del Policlínico porque estaba curada completamente. Por ello doy gracias a
mi celestial Protector.
Roma, 1963 CONCETTINA DI BENEDETTO
FE PREMIADA- Desde hace un año venero en mi casa en cuadro de San Judas Tadeo y a él
acudo siempre con fe en mis necesidades. Un día, despertando a mi hijo pequeño, lo
encontré totalmente rígido, sin que pudiera hacer ningún movimiento. Alarmada, llamé
inmediatamente al médico, que vivía en un apartamento al lado del mío. Viendo al niño
me dijo que se trataba de poliomielitis. Me aconsejó llevarlo inmediatamente a una
Clínica para que atendieran el caso.
En el momento de salir de casa, tomé conmigo el cuadro de San Judas y con gran fe toqué
con él a mi querido hijo. En seguida, con gran sorpresa e inmensa alegría por mi parte,
comenzó a mover las piernas y los brazos. Llamé de nuevo al médico de modo que viese lo
que había ocurrido. Este, maravillado, constató que el mal había desaparecido y que el
niño estaba completamente curado, reconociendo que había sucedido una intervención
sobrenatural. Hoy, después de varios meses, el milagro continúa y mi niño crece sano y
robusto. Dando gracias al Santo, quiero publicar esta gracia para que se extienda cada vez
más su devoción y sea conocido.
Roma, 1962 PELLEGRINO
El Domingo 20 de Noviembre me dirigía con mi hija en coche a Firenze. Como es mi
costumbre, antes de salir, me hice la señal de la cruz e invoqué la protección de San
Judas.
A medio camino, comenzó a llover con ráfagas de viento. El coche derrapaba sobre la
carretera. En un momento dado giró sobre sí mismo y creímos que chocaríamos contra el
muro que flanquea la carretera; junto con mi hija, invocamos a nuestro Santo Protector y
el coche se paró, pudiendo llegar incólumes a Firenze.
De vuelta a Roma me dirigí enseguida a dar gracias a San Judas.
Roma, 1966 GRAZIA AGOSTINELLI
INTERVENCIÓN QUIRÚRGICA EVITADA. Desde hacía tiempo sufría de fuertes dolores en el
hígado. Ingresado en el hospital, los doctores consideraron indispensable una
intervención quirúrgica. Con gran fe, unido a mis personas queridas, me dirigí a San
Judas Tadeo. Enseguida sentí una mejoría y echa una consulta médica se constato, con
sorpresa, por parte de los médicos, que el mal había desaparecido completamente. Por
tanto, la operación era innecesaria. Para asegurarme, hoy, día 20 de Enero, he querido
someterme de nuevo a un examen radiológico del cual resultó que no había ni rastro del
mal anteriormente diagnosticado.
Roma, 1962 GIULIO E CATERINA GUARDABASSI
CURADO DE POLIOMIELITIS. Un día me di cuenta, con gran sorpresa, que mi hijo Máximo no
se tenía en pie. Lo llevé enseguida al Policlínico y el doctor lo examinó y dio su
diagnóstico: poliomielitis. Llena de dolor telefoneé desde la Clínica a la tía; esta
me animó a rezar a San Judas Tadeo y a prometer publicar la gracia. Comencé enseguida el
triduo y después de tres días llevé a mi casa al pequeño Máximo completamente curado.
Ahora está bien y agradeciéndolo cumplo la promesa hecha.
Roma, 1961 CANINI
ILESO DE LAS LLAMAS. Mi sobrino Franco, mientras trabajaba como distribuidor de gasolina,
derramó un bidón: encontrándose cerca del fuego, le envolvieron las llamas
completamente. Invocó a San Judas y el Santo vino en su ayudo. Auxiliado con rapidez y
llevado al ambulatorio más cercano, los médicos y enfermeras constataron maravillados
que no tenía ninguna señal de quemadura y pudo reemprender su trabajo.
Roma, 1961 TRIVELLATO
ILESO DEL COCHE VOLCADO. El 30 de Octubre de 1959, hacia las 20 horas, mientras regresaba
de Cori (Latina) de vuelta de Velletri, a unos 4 Km. De la citada población, situada en
la falda de los montes Lepini, después de haber girado en una curva quizá a demasiada
velocidad, sucedió que un objeto del asiento posterior de mi coche se dio la vuelta. En
lugar de frenar y parar para darme cuanto de lo que había sucedido, continué el camino
y, quitando la mano derecha del volante, probé a poner el objeto en su lugar, sujetando
el volante con la izquierda y girándome ligeramente hacia detrás, como había hecho
otras veces. Apenas giré la cabeza para volver a tomar el volante con la derecha, me di
cuenta que estaba en el carril contrario. Intenté volver a mi derecha, pero fue demasiado
tarde, y rodé por una pendiente de casi 3 metros. El coche quedó con las ruedas hacia
arriba y yo con los pies en el techo. Temiendo que se incendiara el coche, logré salir
por la ventana derecha, sin hacerme daño. Algunos conocidos me ayudaron a dar la vuelta
al coche y pude volver en el mismo a casa.
Colgaba del espejo la medalla de la Virgen y en la llave la de San Judas Tadeo. Siento el
deber de dar gracias públicamente a mis poderosos Protectores, que me han ayudado
haciéndome salir ileso, sin ni siquiera un rasguño, de tan gran peligro.
ANASTASO PICA
EL PEQUEÑO TADEO- Con la ayuda de San Judas Tadeo, me casé el 13 de Febrero de 1958. La
boda, el viaje de novios y el inicio de la vida conyugal resultó muy feliz, pero para
completar mi felicidad faltaba la llegada de un hijo.
Dada mi edad, no muy joven, comencé a temer que quizá debía contentarme solamente con
la felicidad de tener a mi marido, que es el ideal de los esposos. Mientras tanto, pedía
a San Judas que completase mi felicidad con la bendición de un hijo, pero el 21 de Mayo
del mismo año conocí la dificultad que obstaculizaba la realización de mi deseo. Me
sentí muy apenada pensando que no podría dar a mi esposo un hijo, teniendo, por su
profesión de médico, que ver a tantos.
Este pensamiento me atormentaba muchísimo; finalmente, me dirigí con gran fe a la
intercesión de San Judas Tadeo, siguiendo el consejo de mi marido. Rápidamente me di
cuenta que mi oración había sido escuchada: en efecto, contra todo diagnóstico se me
anunció la alegría de mi próxima maternidad, aunque velada por la incertidumbre de que
pudiera llegar a término. Desde el punto de vista médico era del todo imposible que todo
fuese bien. Todo estaba en manos de Dios.
El 4 de Febrero vino al mundo mi hijo y el alumbramiento fue del todo normal, sin
necesidad de ninguna intervención quirúrgica; además, no hubo complicaciones, siendo
esto el milagro más grande. El niño tiene ahora 3 meses y está sanísimo, teniendo la
satisfacción de poder alimentarlo yo misma. Para acreditar mi testimonio, doy el nombre
del Dr. Cataneo y el de mi marido.
Roma, 1959 Dr. GIULIANA OPPIDO
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