¡DESPIERTA,
JOVEN INQUIETO!
por Felipe
Santos, OSB
Capítulo II: Estudiante
El estudio se convierte hoy en el verdadero sacrificio para el chico.
Es como sumergirlo en un tormento continuo. Después de todo, es muy normal que, ante
tanta diversión, distracción y evasión que le proporcionan los adelantos tecnológicos,
le guste más irse tras ellos que no ante el deber del libro.
De hecho, según declaración de los médicos, en Andalucía los chicos
dedican casi igual tiempo a ver la TV que a estar en la escuela. Las consecuencias son
terrible a nivel escolar y a nivel de salud. Hay muchos suspensos e incluso, al no hacer
ejercicio, padecen ya la enfermedad de la gordura excesiva con los peligros que puede
acarrear a tan corta edad o en el futuro si no se pone remedio.
Domingo, según cuenta su maestro rural, no adelantaba nada en la
escuela porque su inteligencia superaba a todos sus compañeros. Era un buen estudiante,
obediente y tranquilo según cuentan sus amigos de infancia. No se daba importancia porque
los niños de la aldea se preocupaban más en jugar que en estudiar. Por eso cuando se
burlaban de él porque sobresalía en todo, Domingo no respondía ante estas provocaciones
con insultos, sino con toda la amabilidad que vivía y aprendía en casa.
Es más fácil responder con la misma moneda a los chulos que se dan de gallitos en la
clase. La educación consiste, no en ser tonto, sino en saber dar respuestas adecuadas a
los valores que desde la niñez se enseñan en casa.
Ahora bien, si en la familia ven riñas en los padres, divorcios,
separaciones, discusiones y otras zarandajas, el niño o la niña reaccionan en el
ambiente con la misma moneda.
Imagínate a este niño solo por el camino que va desde su aldea natal
a la escuela. Tenía que andar cada día 12 kilómetros a pie, hiciera frío, nevara o
hiciera un calor sofocante. Nada le impedía seguir adelante en su proeza de continuar sus
estudios.
Hay muchas anécdotas acerca de este camino de ida y vuelta a la
escuela. Una vez, un anciano- llevado por la curiosidad- le preguntó: ¿No te da miedo ir
siempre solo? No, señor, no voy solo. Me acompaña el ángel custodio. Es la forma de un
chico en continua intimidad con Dios. Esta actitud es posible para todo el que se precie
de ser cristiano alegre pero comprometido. No un cristiano- como tantos de hoy- que son
creyentes sólo de nombre. Este trato del chico con Jesús era tan normal que ante
preguntas de un anciano que lo ve solo de camino a la escuela, responde:
Todo es bello cuando se hace por un Amo que sabe pagar bien. Ese
Amo es Nuestro Señor Jesucristo.
La presencia de lo religioso en el alma del estudiante se convierte en
un estímulo para estudiar. Según una encuesta llevada a cabo hace poco tiempo sobre la
influencia de la fe en los estudiantes, dio como resultado que, en general, los jóvenes
practicantes de su fe sacan mejores notas que los indiferentes o apáticos ante el tema
religioso.
Se trata de una encuesta, no de una definición dogmática. Lo cierto
es que la fe vivida en profundidad se traduce en una exigencia importante para la persona.
Domingo no se distingue por hacer actos heroicos, sino que en cada una
de sus acciones, entregaba lo mejor de sí mismo. Se mostraba servicial con los
compañeros más atrasados. Les ayudaba en todo momento, sin que se lo pidieran. Le daba
exactamente igual estudiar que limpiar zapatos, la ropa de sus compañeros, cuidar a los
enfermos, barrer, servir la mesa. No era un problema para él. Lo hacía con gusto.
Y siempre con su sonrisa abierta, solía repetir: Cada uno debe
hacer lo que puede. No soy capaz de hacer grandes cosas, pero lo que puedo, quiero hacerlo
para mayor gloria de Dios. A él le ofrezco mis pobres acciones.
A pesar de su corta edad, mostraba ya una madurez increíble respecto a
sus compañeros y no digamos nada si nos referimos a los de hoy. Todo ser que trabaja
duro, se ofrece a los demás sin mirar el reloj del tiempo. Es un ser que madura mucho
más que el cómodo que prefiere que se lo den todo hecho, hasta las misma calificaciones
escolares.
Cumple su ideal
A su pueblo llegaban los ecos de las escuelas de D. Bosco. Este
sacerdote había fundado una escuela u Oratorio para enseñar todo aquello que pudiera
hacer de los chicos honrados ciudadanos y buenos cristianos.
El 29 de octubre de 1854 se marchó a esta escuela afamada en Turín.
Acogía a jóvenes pobres de las barriadas y también, en uno de sus pabellones, había
una sección para los chicos que apuntaban señales de querer ser sacerdotes algún día.
Al despedirse de sus padres, hermanos y maestro les dijo que no se
preocuparan por él. Se iba a portar muy bien en todo sentido.
Muy pronto tuvieron un encuentro D. Bosco y él. Maestro y alumno
llamados a estudiar mucho y a convertirse con el tiempo en santos.
El maestro encontró en Domingo una ayuda ejemplar para llevarlo por
buen camino de sus anhelos y sueños. Se iba a encontrar con los clásicos alumnos que se
hacían los duros. Eran los que habían llegado de las montañas y apenas
tenían conocimientos de nada.
En seguida se puso a su entera disposición para escucharlos, ayudarles
y ser un modelo referencial para ellos.
Esta confianza que depositó D. Bosco en él, le dio alas para animar a
sus compañeros. Aunque tenía una inteligencia brillante, le daba fuerte a los codos.
Nadie nace sabiendo. Pero quien se concentra en lo que hace y lo que hace lo hace por
amor, todo le resulta más fácil.
De esta manera, compaginaba perfectamente bien sus estudios con el
trato asiduo de sus compañeros. A los que mentían, juraban, desobedecían, Domingo
sabía hablarles, convencerlos para que pidieran perdón de sus pecados yendo a D. Bosco.
Excelente modo de ser buen compañero y modelo de estudiante para los demás, pero sin
darse importancia ni chulear ante nadie de sus notas.
La huella de su infancia, florida en medio del trabajo, va dando sus frutos en todas las
facetas de su personalidad.
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