EN LA INDIA
Goa
En la costa occidental de la India, junto a la bahía del río Mandovi, en una islita de cuatro leguas de circunferencia, estaba la ciudad de Goa. Un riachuelo separaba la isla de tierra firme.
La habían edificado los indígenas. Había estado gobernada por príncipes indostánicos. Luego estuvo gobernada por los musulmanes, como todas las costas orientales.
Los portugueses terminaron con el imperio musulmán. Y establecieron plazas fuertes, escalonadas en todas las costas, que defendían con sus potentes escuadras. No entraban tierra adentro, que no pudieran defender con los cañones de sus barcos.
El pequeño pueblo portugués dominó el mar hasta las Molucas y el Japón.
Fue el heroico Alfonso de Alburquerque quien, con un puñado de hombres, tomó la ciudad de Goa, que pronto se convirtió en la capital del Imperio portugués de Oriente.
Pudo compararse con las mayores ciudades europeas. Llegó a tener 225.000 habitantes. Tenía gran número de iglesias y monasterios, de dominicos y franciscanos.
Se la llamó Goa la dorada, por sus riquezas y esplendor cortesano. A su puerto afluían de todo el mundo asiático. Las naves portuguesas llegaban rebosantes de riquezas. Era encantadora, ceñida de bosques de cocoteros.
Llega Javier a Goa
"Era de noche -escribe Schurhammer- cuando la nave Capitana enfiló el abra (bahía) de Goa. A la mañana siguiente prosiguieron adelante, surcando el anchuroso río Mandovi, entre orillas sombreadas de oscuros cocoteros. Pronto se divisó, a mano derecha, una ciudad con muros y torres, diques y arsenales; el palacio del Gobernador, la catedral, convento de franciscanos y capillas. En la playa, una multitud de gentes blancas, morenas y negras, con sus paños blancos a la cintura y largos cafetanes (batas), turbantes 9 todo el abigarrado esplendor de los colores orientales. Era Goa. Era el 6 de Mayo de 1542".
Muchas villas emergían alrededor de la capital, entre oleadas de palmeras y cocoteros.
Javier cambia el ambiente pagano de Goa
A la civilización hindú y musulmana se unió la portuguesa. Llegaron funcionarios portugueses, mercaderes, soldados y aventureros. La mezcla con aquel mundo pagano y sensual, el clima enervante, la escasez de sacerdotes, etc. relajaron la fe y costumbres de los portugueses. Solteros casi todos (no iban mujeres portuguesas) vivían públicamente amancebados... Goa era una Babilonia...
Javier visitó enseguida al venerable obispo D. Juan de Alburquerque. Le mostró las bulas del Papa, en que le nombraba su Delegado, con enormes poderes. Pero le dijo que sólo los usaría con su permiso. El obispo se admiró de su humildad y le abrazó. Los dos se hicieron muy amigos,
Era el mes más caluroso. Javier empezó su apostolado. Vivía en el hospital, atendiendo y confesando a los enfermos. Dormía sobre una estera junto al más grave. "Eran tantos -escribe, él mismo- los que venían a
confesarse que si estuviera en diez partes partido en todas ellas tuviera que confesar".
Por las tardes iba a la cárcel. Los domingos atendía a los leprosos.
Por las calles tocaba una campanilla, gritando:
-"Cristianos, amigos de Jesucristo, por amor de Dios, enviad a vuestros hijos y esclavos a la doctrina".
En una ermita cerca del hospital reunía a los niños. Les enseñaba las oraciones, el Credo y los Mandamientos. Pronto acudieron más de trescientos. En vista del éxito, el obispo mandó que en todas las iglesias se hiciera lo mismo.
Las catequesis de Javier eran modelo. Las dramatizaba, las intercalaba de oraciones y cánticos* Le ayudaban catequistas indígenas.
El santo, a veces, se invitaba a comer en casa de los señores que vivían mal. Las mismas concubinas servían a la mesa. El apóstol, después de amena conversación se marchaba, sin hacer el menor reproche. Esto hacía que el pecador le buscara para poner en regla su vida.
Cinco meses estuvo Javier en Goa. En tan poco tiempo la cambió. Se abrieron escuelas y catequesis. Se instauró la práctica de los sacramentos. En las calles, en los campos, y el mar se cantaban el Padre nuestro, el Ave María y los Mandamientos.
Goa fue el centro de las cristiandades de Oriente
Los misioneros que iban, en gran número, al Oriente, lo hacían en las naves portuguesas que llegaban a Goa, que era el cuartel general, la capital cristiana de Oriente.
De Goa partió.Javier para el Japón, y para las puertas de China. A Goa venía para repartir sus misioneros en todas direcciones. Aceptó el seminario de San Pablo, cuando Ignacio le envió misioneros para regirlo. Este seminario, para el clero indígena tuvo enorme influencia en la evangelización del imperio portugués de oriente.
Aun después de muerto Javier, los jesuítas siguieron partiendo de Goa durante dos siglos. Llegaron, con el Padre Andrade (1624) hasta el Tibet; se establecieron en la Pesquería. Fundaron, con el P. Nóbili (1606) la gloriosa misión del Maduré. Evangelizaron Birmania, Bengala y Ceilán. Llegaron a Malaca, las Molucas, Japón, Siam, Conchinchina y Tonquín... Entraron en China, con el P. Ricci, llegaron a Zambeza, Madagascar y Etiopía.
Con el ocaso del imperio portugués, fue desapareciendo la importancia de Goa. Vinieron a tierra casi todos los grandes edificios...
En 1554 entraba triunfante el cuerpo muerto del gran apóstol, que descansa incorrupto en su mausoleo en la iglesia del Bon Jesús. Allí vienen a venerarle multitud de peregrinos.
El santo sigue desde Goa suscitando misioneros que siguen sus huellas...