EL JESUITA APÓSTOL
En Montmartre
Después que San Ignacio conquistara a Javier, se atrajo para su empresa a Laínez, Salmerón, Bobadilla y Simón Rodríguez.
El día de la Asunción de Nuestra Señora de 1534 fueron todos a la capilla de Montmartre. Dijo la misa Fabro, recién ordenado sacerdote, y todos hicieron voto de pobreza, castidad y de ir a Tierra Santa para dedicarse a salvar almas. Eran los primeros jesuitas. Junto a la fuente de un bosque comieron y pasaron el día en íntima conversación.
A Venecia (1537)
Ignacio volvió a su tierra a arreglar negocios y visitar a las familias de sus compañeros. Estos le esperarían en Venecia, la ciudad edificada sobre el mar, surcada de canales y góndolas.
Considerando que el viaje a Italia, atravesando Saboya, era muy peligroso a causa de la guerra entre Francisco I de Francia y Carlos, decidieron dar un rodeo por la Lorena, Alemania y Suiza. Vestían el sombrero de ala ancha de los estudiantes de París; llevaban sotana, rosario al cuello; morral con el breviario, la Biblia y apuntes.
Javier cojea mucho
Ya no puede más. Para hacer penitencia por su vanidad en los saltos de París, se había atado a una pierna una cuerda anudada. Un médico dice que no se podrá cortar sin cortarle la carne... Se ponen todos en oración, y la cuerda se corta sola.
Continuaron el viaje por aquellos caminos nevados, embarrados y llenos de herejes, enemigos del Papa. Disputaron con uno, a quien dejaron sin palabra. Furioso dijo que les metería en la cárcel, pero ellos huyeron antes. Después de atravesar los altos montes nevados de los Alpes con sus preciosos lagos, llegaron a Venecia.
En Venecia abrazan a Ignacio
Sirven a los enfermos del hospital: "Hacíamos -dice Símón Rodríguez- las camas, barríamos los suelos, fregábamos los utensilios, hacíamos la limpieza general, atendíamos noche y día a los enfermos, llevábamos los cuerpos de los muertos a las sepulturas, que nosotros mismos habíamos abierto",
Javier siente un día mucho asco de las heridas purulentas de un enfermo. Para vencerse, las besa como si besara las de Cristo. Y metiendo sus dedos en el pus, se lo chupa.
Ignacio envía a Roma a sus compañeros (1537)
Van a recibir la bendición del Papa para ir a Tierra Santa. Él no quiere ir porque estaban allí sus adversarios, el Cardenal Carafa (futuro Papa) y el Doctor Ortiz. Los ríos estaban desbordados; el Po lo pasaron con el agua al pecho.
Un día Javier se despierta cansadísimo:
- "¿Qué te pasa?", le dice Laínez.
- "Que he soñado que llevaba a cuestas un indio pesadísimo. (Mucho sufriría luego en la conversión de los indios ... ).
Desde Roma hasta Ancona fueron en un barco de cabotage. Pero como no tenían dinero para el pasaje, el capitán se enfureció. Desembarcaron en Ancona para empeñar un breviario y poderle pagar: Consiguieron bastante dinero de limosna, desempeñaron el breviario y pagaron el pasaje.
En el Santuario de Loreto
Fueron al famoso santuario de Loreto, donde dicen que está la casita de la Virgen de Nazaret, que los ángeles habían trasladado por los aires a Loreto. Pasaron tres días felices dados a la oración. Y se dirigieron a Roma campo través. Cruzaron los Apeninos y los montes Sabinos. La lluvia y el barro se les metían por todas partes. Iban hambrientos. En las ciudades dormían en el hospicio; en el campo, en las cuadras con el ganado o en las- cabañas abandonadas.
Llegaron a Roma, y fue precisamente el Dr. Ortíz quien les recomendó al Papa Paulo III. Este les propuso una disputa teológica, de la que quedó entusiasmado. Les dio 60 ducados para su viaje a Palestina. Ellos le pidieron permiso para ser ordenados sacerdotes, cosa que pronto hicieron en Venecia.
En Bolonia
Como en Venecia no se podía salir porque el pirata Barbarroja apresaba a los cristianos, Ignacio repartió por sitios distintos a sus compañeros. Javier y Bobadilla fueron a Bolonia. Allí predicaban y cuidaban a los enfermos del hospital. Javier tuvo un éxtasis en una misa. Aunque el monaguillo le tiraba de las vestiduras, él ni se enteró.
En Roma
Se fueron reuniendo pasada la fecha de su peregrinación a Palestina. Ignacio llamó a Javier para que le hiciera de secretario (1538-1540). Vivían en una miserable casucha.
En Roma Javier es destinado a la India
Se presentó a Ignacio el embajador de Portugal D. Pedro Mascareñas. Le pidió en nombre del rey Juan III seis misioneros para la India.
- "Señor Embajador", le dijo Ignacio, "si mando seis para la India, ¿cuántos me quedan para el resto del mundo? Os enviaré dos".
Señaló a Simón Rodríquez y a Bobadilla, a quienes el Papa nombraría sus nuncios. Pero como Bobadilla cayó enfermo, Ignacio llamó a Javier:
- "¿Quieres ir tú?", le dijo.
- "Dispuesto estoy", contestó Javier.
Parece ser que Javier ya sabía que iría a la India. Dice Jerónimo Domenech que en Bolonia "gran parte de sus conversaciones versaban sobre la India y la conversión de los gentiles. Así manifestaba su gran deseo de ir a las misiones". Un día dice el mismo Javier: "¿Os acordáis, hermano mío Simón, de aquella noche que pasamos juntos en Roma y que os desperté con mis gritos de "¡Más, más!"? Sabed que fue por verme corno envuelto en grandes trabajos y peligros por el servicio de Nuestro Señor... Yo creo que llega la hora en que se ha de realizar lo que me fue mostrado de antemano".
A la mañana siguiente de ser destinado a la India, fue Javier a pedir al Papa su bendición. Después de remendar su sotana y coger el crucifijo, el breviario, la Biblia y algún libro, salió con el embajador, que no podía esperar.
En el camino hacia Lisboa era el servidor de todos. Hasta se ocupaba de sus caballos. Todos se querían confesar con él. Un criado del embajador quiso lucirse y se metió a caballo en un río muy crecido. Las aguas le arrastraron. El santo se puso de rodillas, y el hombre apareció milagrosamente en la orilla.
En Lisboa (1540)
Javier llegó agotado por el horrible calor y sus trabajos. Al abrazar a Simón Rodríguez, que estaba enfermo, le curó. Lisboa era la capital de medio mundo, descubierto por los portugueses. Vasco de Gama dobló el Cabo de Buena Esperanza y abrió el camino marítimo a la India. Los portugueses lucharon contra los musulmanes, que dominaban casi todo el Africa y el sur de Asia. Se apoderaron de Cochín y de Goa, y más tarde de Malaca, la llave del oriente. Los portugueses vivían en las costas, desde donde podían defenderse con los cañones de sus barcos. No entraban tierra adentro.
Javier seguiría las rutas de los portugueses. Al llegar a Portugal, el rey llamó en seguida a los dos misioneros para que habitaran en su palacio y comieran a su mesa. Pero ellos consiguieron, con dificultad, vivir con los enfermos del hospital y comer de limosna. Por sus predicaciones las gentes abarrotaban las iglesias, confesonarios y comulgatorios. Les quisieron detener en Lisboa, pero Ignacio y el Rey Misionero acordaron dejar allí solamente a Simón. Javier se despidió de la corte; abrazó a Simón y desde un púlpito colocado en la playa habló al pueblo, que lloraba por su marcha.
El 7 de abril de 1541, con dos compañeros, Mansillas y Camerino, zarpó para la India. Muchos iban en busca de riquezas; ellos en busca de almas.
Contorno de África
Costas poco accesibles. No tiene golfos profundos. Son una línea uniforme. Los litorales suelen ser malsanos, llenos de lagunas y charcos. Largos trechos bajos. y arenosos, que impiden el arribo de los barcos. Las costas del Mar Rojo son generalmente altas y desérticas. Junto a ellas se encuentran a menudo islas coralinas, malas para la navegación.