EL HALLAZGO DEL SANTUARIO
El presentimiento que
sentí al acostarme se cumplió. Y como en otras veces anteriores de nuevo la voz interior
de siempre que me dice:
"QUIERO QUE SUBAS OTRA VEZ PERO A PIE, Y QUE HAGAS EN EL SANTUARIO UN ACTO DE HUMILDE
REPARACIÓN Y AMOR, POR LOS QUE NO ME AMAN Y OFENDEN. "
Al día siguiente, fiesta de la Presentación de Jesús en el Templo (o Candelaria, como
se llama esta fiesta a nivel popular), por la mañana como hago todos los años que puedo,
en este día fui a la Catedral para acompañar a la Virgen con la candela encendida en la
procesión y oír la santa misa. Con confianza y fervor le pedí a la Virgen que me
ayudara, si esa era su voluntad a hacer realidad lo sucedido esa noche.
A primera hora de la tarde y sin pensarlo ni un momento, desde Puzol y a pie como se me
había mandado, me lancé al monte y saltando una alambrada de hierro que había, por un
cortafuegos que desde arriba vi el día anterior, emprendí la subida.
Sólo Dios y yo sabemos lo que pasé en esa accidentada subida. Pero valió la pena, pues
después de ciento cinco días de intensa búsqueda la Virgen premió mi incondicional
sacrificio y constancia en buscar el santuario de la Virgen Milagrosa en pleno monte.
Por fin el feliz hallazgo del tan deseado y buscado santuario. Era verdad y no fantasía
mía. La voz interior que me animaba a no desfallecer y seguir buscando no me engañó y
estaba ante un sólido, bonito y bien construido santuario.
La pequeña campana que ocupaba la espadaña arriba de la puerta de entrada había
desaparecido. La puerta estaba abierta porque la cerradura estaba rota. El aspecto
exterior estaba bastante aceptable. Y a pesar de los muchos años que había estado
abandonado, había sido respetado respecto a pintadas y nombres escritos en las paredes,
tan frecuentes en estos casos.
Pasado el umbral de la puerta, el panorama que a primera vista se presentó ante mí fue
triste, lamentable y desolador. Contemplar hasta dónde es capaz de llegar la mano
destructora del ser humano..
Los bancos de madera que habían para sentarse, una cómoda también de madera y un
armario de hierro, que quedaron dentro el día que definitivamente fue abandonado el
santuario, estaban rotos y tirados por el suelo, dando momentáneamente muy mala
impresión.
Pasada la primera mala impresión, y mirando detalladamente las cosas, pude observar que
lo que era la construcción en conjunto del edificio estaba en bastante buen estado de
conservación y entero, a excepción de unas piedras sueltas detrás del altar,
posiblemente peana de alguna imagen. El altar y las paredes, por ser de piedra muy sólida
y muy bien construido, estaba perfectamente conservado y limpias las paredes y las
piedras. El suelo de terrazo también muy bonito y en muy buena conservación y solidez.
Referente a la construcción todo estaba muy bien, y lo más importante, que no había
sido profanado gracias a Dios.
Había llegado la hora de hacer el acto de reparación pedido la noche anterior, que
puesto de rodillas al pie del altar y con los brazos en cruz realicé, cumpliendo así el
motivo para lo que había sido convocado en ese lugar concretamente ese día.
Después de cumplida mi misión, tenía que bajar. De Sagunto estaba a 12 kilómetros. Mis
pies, debido al inadecuado calzado que llevaba para andar por el monte y las matas
cortadas del cortafuegos, los tenía sangrando. La noche empezaba a hacer su aparición y
desconocía el monte por completo; pero no me inmuté lo más mínimo, pues tenía plena
confianza en la que nunca me ha abandonado.
Empecé a rezar el rosario mientras bajaba. Se hizo de noche por completo y la luna
resplandecía como nunca en el firmamento. Era el día de la Virgen de la Luz o Candela, y
esa era la señal inequívoca de que allí estaba ella como siempre para venir en mi
auxilio.
Terminado el rosario, miré al cielo y vi la estrella, que tantas veces me guía cuando la
visito en sus santuarios más de quinientos hasta hoy , y recordando lo que dice san
Bernardo: "mira la estrella e invoca a María", la invoqué con la jaculatoria
milagrosa: iOH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS!
La respuesta fue inmediata, pues en ese mismo momento bajaba un coche, cosa casi imposible
a esa hora, en ese lugar y en pleno invierno.
Le paré para preguntar si estaba en buen camino para ir a Sagunto y dos jóvenes que
ocupaban el coche me dijeron que sí, pero que estaba muy lejos todavía. Me dijeron que
ellos no pasaban por Sagunto, pero que si quería me acercarían un poco. Les agradecí la
oferta y subí.
Pero cuál no sería mi sorpresa y admiración cuando me dijeron que ellos iban a Manises,
donde estaba la empresa donde trabajaban. Precisamente mi pueblo y donde yo también iba.
No salía de mi asombro, y volviendo a mirar la estrella que continuaba guiándome, como
es natural en una persona agradecida, empecé a llorar y dar gracias a la que una vez más
y son muchas ya ha venido en mi auxilio. Me dejaron casi a la puerta de mi casa.
El cansancio y los acontecimientos del día me hacían pensar que debía acostarme pronto
y descansar. Lavados los pies ensangrentados que llevaba y curados con alcohol, y rezadas
las oraciones de la noche, me acosté sin cenar.
Aquella misma noche, de nuevo la voz interior ya familiarizada de siempre, me dice:
"A PARTIR DE AHORA TIENES QUE BUSCAR AYUDA Y COOPERACIÓN. TENDRÁS MUCHAS
DIFICULTADES, CONTRARIEDADES Y POCA COMPRENSIÓN; PERO NO TE DESANIMES, PUES YO ESTOY
CONTIGO."
Con todo lo anteriormente expuesto, y con redoblada confianza en la Virgen, me lancé con
todas mis facultades a cumplir su tan insistente deseo de volver a ser venerada en ese su
santuario del Monte Picayo.