EN EL MES DE OCTUBRE DE 1993
Leyendo el libro Las advocaciones
de las imágenes marianas veneradas en España, escrito por don Juan Vesga Cuevas (S.M.),
se lee lo siguiente, página 126:
"Son muy populares las "Milagrosas" que, en portátiles hornacinas, las
familias devotas se pasan de casa en casa. 0 bien las pequeñas estatuas, estampas y
medallas, que representan la forma peculiar de la aparición de la Virgen en esta
circunstancia: son de las imágenes marianas hoy más conocidas.
"Los innumerables favores que se atribuyen a su "Medalla" han colaborado a
la profusión de esta imagen y su título, ya tan conocido y popular.
"Algunos de los lugares en los que la imagen de la Milagrosa es patrona y ocupa un
lugar preferente son los de: Pamplona (Navarra), Poveda de la Obispalía (Cuenca), Pocicos
Pozohondo (Albacete), la Milagrosa de Entrecruces en Carballo Entrecruces (La Coruña), El
Chorro (Málaga), Monte Picayo (Valencia)."
Página 135:
"Pero la edad de la que tratamos es, además, una época en la que lo
"mariano" ha resaltado como pocas veces se ha conocido en la historia. El
número y sobre todo el profundo valor religioso de diversas manifestaciones marianas van
a dejar su impronta también en las advocaciones con que el pueblo cristiano continúa
honrando a la Santísima Virgen.
"Con estos actos, que señalaremos brevemente, se profundiza en el estudio de la
"acción salvífica" de María y en su aplicación a las situaciones pastorales
del mundo moderno. En ciertos casos se movilizan masas de cristianos devotos de María
para visitar los lugares marianos: las peregrinaciones, las coronaciones canónicas. Otras
maneras de exaltar a la Madre del cielo ha sido la creación de nuevos lugares de culto,
la reparación de antiguas ermitas o templos que habían sido levantados en su honor y
después abandonados."
Página 522:
"S.S. Pío XII, en la alocución de Pascua de Resurrección del año 1957, dice:
"Existen muchas señales de que la segunda venida de Cristo no parece lejana y que la
precursora de esa venida será la Virgen María.""
Hasta aquí lo leído en el libro de referencia.
ASí EMPEZARON LOS HECHOS QUE SE DETALLAN
Con fecha cercana a lo leído, anteriormente expuesto no sé la fecha exacta , una noche,
¿durmiendo?, ¿despierto? No se sabe. Lo que sí se asegura es haber escuchado una voz
interior muy clara y con autoridad, lo siguiente:
"QUIERO EN EL SANTUARIO A MÍ DEDICADO DEL MONTE PICAYO HOY ABANDONADO VOLVER A SER
VENERADA DE NUEVO."
La verdad que no le di ninguna importancia, pues se es más amante de la fe creída que de
la razón vista.
Pero también es cierto que lo ocurrido aquella noche producía en mi interior una
inquietud nunca experimentada antes. Las noches las pasaba despierto y no descansaba lo
suficiente. Empieza a preocuparme lo sucedido y empiezo por mi cuenta a investigar la
existencia de ese santuario abandonado que desconocía su existencia por completo y el
lugar donde estaba.
Por la proximidad a Puzol del Monte Picayo, me puse en comunicación por teléfono con el
párroco de la parroquia de los Santos Juanes, que me dijo saber la existencia de ese
santuario en su tiempo bastante importante y que hasta incluso se llegaron a hacer días
de retiros y otras actividades de carácter pastoral; pero que actualmente aquello estaba
todo roto, las puertas y ventanas arrancadas y todo completamente destruido. Se dio por
válida la información del párroco y dejé el caso cancelado.
Pero aquella misma noche la misma voz interior, claramente me decía:
"INSISTE, NO TE CANSES, NO TE HAN DICHO TODA LA VERDAD. EN ESE SANTUARIO POR MÍ
ESCOGIDO TENGO QUE SER VENERADA DE NUEVO."
En vista de lo sucedido, de nuevo me puse en comunicación por teléfono con el párroco
de los Santos Juanes, de Puzol, insistiéndole en mi deseo de visitar ese lugar
personalmente, rogándole me indicara el camino para poder subir. Me dijo que esa zona
pertenece a la parroquia de El Salvador, de Sagunto; que me pusiera en comunicación con
el párroco.
Me puse en comunicación por teléfono con el párroco de la parroquia de El Salvador, de
Sagunto, que me confirmó pertenecer la zona a la parroquia, pero que él desconocía la
existencia de ningún santuario a la Milagrosa en ese lugar. Muy atento, interesado por el
caso y afectuoso, se ofreció para lo que necesitara de él.
La cosa se oscurecía y necesitaba más claridad para solucionar el caso que me tenía en
una tensión muy alta de nervios. Como este buen sacerdote no podía informarme nada de lo
que necesitaba saber, por desconocerlo, ya no volví a molestarle más.
En busca de mejor suerte que la anterior, llamé por teléfono a la parroquia de Santa
María, de Sagunto, con el mismo resultado negativo.
Decidí por mi cuenta buscar el santuario de la Milagrosa, que la voz interior me decía
que existía, pero que nadie sabía nada del lugar donde estaba enclavado. La cosa se
ponía fea y preocupante para mí. Ya estaba perdiendo la paz y tranquilidad interior que
tenía antes, y empezaba a obsesionarme lo que al principio no le di ninguna importancia y
tenía que hacer algo para salir de esta angustiosa situación que me encontraba. Como
primer paso, y viendo que los sacerdotes de las parroquias cercanas preguntados no me
daban ninguna respuesta satisfactoria verídica ni clara al respecto, pensé dirigirme a
Puzol y preguntar a la gente de la calle, al pueblo sencillo y noble. A todos los que
veía mayores les preguntaba, pero nadie sabía nada del santuario ni el lugar donde
estaba para indicarme su subida.
Una señora, viendo el nerviosismo y el interés que tenía por encontrarlo, compadecida
de mí, me dijo que en la calle Mayor señalándome la finca vivían unas señoras ya
mayores muy buenas y metidas en los movimientos de la parroquia, asegurándome que ellas
me darían la información que buscaba. Empecé a respirar con alegría y satisfacción
viendo que una luz se encendía en mi oscuro caminar en este asunto. Le di las gracias y
me encaminé a la casa señalada. Salieron dos señoras muy atentas y amables; les dije el
motivo de la visita y muy asombradas por mi pregunta me responden no saber nada de ningún
santuario a la Milagrosa en el Monte Picayo ni haber oído hablar nunca de él.
Me hablaron de un caso sucedido en la guerra de 1936, respecto al
hallazgo del cuerpo de la madre Petra, fundadora de la Congregación de las Hermanas de la
Virgen de los Desamparados y de San José de la Montaña, en una de sus propiedades en el
campo, y que nada tenía que ver con lo que buscaba. Como estaba en Puzol y hasta ahora el
único que sabía la existencia del santuario era el párroco de la parroquia de los
Santos Juanes, decidí visitarle en su casa. Pregunté a estas señoras dónde vive y me
dicen que no está en casa, pues tiene una cuñada enferma hospitalizada en Valencia y
está allí. Les di las gracias a las señoras y me fui.
En busca de mejor suerte informativa que hasta ahora, me dirigí a la parada de taxis.
Pregunto al taxista y la misma respuesta que todos: no tener ni idea del santuario en
cuestión ni el lugar donde estaba.
Le dije que me subiera a lo más alto del Monte Picayo. Me subió hasta las antenas sin
encontrar ni rastro de ningún santuario. Bajé sin conseguir lo que con tanto interés
buscaba.
Vuelta de nuevo a casa triste y decepcionado por no haber conseguido el objetivo de
búsqueda que me había llevado a Puzol.
Al llegar a casa aquella noche, postrado de rodillas a los pies de un cuadro de la
Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa que compré en París cuando fui a visitarla, le
dije: "Madre mía, ¿qué hago? Yo quiero lo que tú quieras. Dame luz y fuerzas para
continuar sin desfallecer hasta encontrar el lugar donde según tu manifestada voluntad
deseas ser honrada y venerada de nuevo.>>
Transcurridos unos días y en vista de que la paz interior no la recuperaba, que no vivía
durante el día ni descansaba por la noche, pensé nuevamente encaminarme a Puzol para
entrevistarme con el párroco de la parroquia de los Santos Juanes, que después de una
corta conversación me dijo que había que ir con vehículo hasta el Alfinach y desde
allí a pie subir al santuario; que lo mejor sería alquilar un taxi. Así lo hice y le
dije al taxista que me llevase a la urbanización Alfinach para desde allí subir al Monte
Picayo, santuario de la Milagrosa. El taxista me hace ver que ese no es el camino más
indicado para subir allí por la distancia que lo separa y me dice que él conocía al
padre Fernando, fundador de ese santuario, que vivía en la urbanización Monte Picayo y
que fue su guardián hasta su muerte hace unos años. Más sombras sobre la ya escasa luz
anterior: la muerte del principal protagonista de esta historia. También me dijo que
sabía la casa donde vivió y el camino por donde subía al santuario. Me alegré mucho
por la información y di gracias a Dios por ello.
Le dije que me llevara, y pasando por la casa donde vivió el padre Fernando que me
señaló cuando subía, me llevó hasta un lugar donde había un camino de tierra bastante
ancho y me dijo: "esta es la subida". Le pagué el servicio, y rezando el
rosario como siempre, empecé la subida; pero a los 100-200 metros el camino hasta
entonces ancho se empieza a estrechar hasta el punto de hacerse intransitable por
completo. El taxista se había equivocado. Vuelta a Puzol, esta vez a pie y sin lograr mi
objetivo.
Nuevo intento de buscar por mi cuenta el santuario de mi ya preocupante obsesión.
Después de una fervorosa y confiada oración a la Virgen Santísima pidiéndole su ayuda
y protección, me encaminé hacia Sagunto.
En Sagunto alquilo un taxi. Le expongo al taxista el caso del santuario y el interés por
encontrarlo que tenía. Me dice no saber nada de ello, pero que en vista del interés que
tenía me subiría a lo más alto de la montaña, cosa que cumplió llevándome hasta la
cruz que corona el monte.
A pesar de una cuidadosa y paciente búsqueda a pie del monte y sus alrededores, nada
positivo encontré.
Cuando ya bajaba con el taxi sin ningún resultado positivo y alentador y con la firme
resolución por mi parte de dejar el caso como irrealizable, una voz interior me decía:
"¡PARA! ¡BAJA! y ¡MIRA!" Le dije al taxista que parara, por favor, que iba a
ver desde allí. Entonces pude observar que bastante lejos y sin ningún camino visible
para llegar hasta allí, un pequeño grupo de construcciones que desde arriba no tenía
visos de ser ningún edificio religioso, pero que la voz interior como antes me decía ser
ese el santuario que buscaba. Como se estaba haciendo de noche, le dije al taxista que me
bajara a ver qué pasaba.
En lo que sí que me fijé bien fue que desde la urbanización Monte Picayo por el monte
salía un cortafuegos, que me sirvió de orientación para subir la primera vez al
santuario.
No salía de mi asombro pensar las cosas que en tan poco tiempo habían sucedido.
Llegado a casa, una vez más me puse a los pies de la Virgen para darle gracias y
renovarle mi confianza en su ayuda y protección.
Me acosté muy tarde pensando en los acontecimientos emocionales sucedidos durante el día
y cómo terminaría todo esto.
Cerca de las 2 de la madrugada, ya muy cansado físicamente, me acosté sintiendo dentro
de mí un cierto presentimiento.