INICIO DE LA CONSTRUCCIÓN
Con el dinero recogido por los
medios ya mencionados, se procedió, con el asesoramiento y cooperación de arquitectos y
aparejadores, planificar y preparar el terreno del lugar donde se construiría el
santuario. Se hizo un boceto de cómo quería el padre Fernando fuera el edificio que
albergara en su interior la Santísima Virgen Milagrosa.
Terminados los trabajos de preparación del terreno, y visto el proyecto inicial
presentado por los arquitectos y aparejadores, a su promotor y cooperadores que lo
aprobaron, se procedió a construir el tan deseado y esperado santuario.
Al principio fueron bastantes los albañiles maestros y peones que trabajaban en las obras, y que a pesar de lo inaccesible del lugar se realizaban bastante bien.
Pero pronto llegó la hora de la prueba, y la cruz como en todas las obras de Dios se hizo presente para que, cargado con ella, fuera compañera inseparable del padre Fernando hasta el final de las obras comenzadas.
Las personas que con ilusión y generosidad empezaron a darle dinero para ayudarle,
empezaron a recortar las cantidades que le daban al principio e incluso muchos de ellos
dejaron de darle.
La venta de boletos de la campaña "millón de ladrillos" había perdido
interés por lo larga de la misma.
Pero el padre Fernando no había perdido la fe y esperanza en la Virgen, a la que había
puesto la obra bajo su amparo y protección y en ella confiaba. La situación era difícil
de resolver y muy preocupante. A las arcas de su congregación no podía acudir, pues la
condición de no ayudarle nada estaba en vigor. ¿Qué hacer en tan angustiosa situación?
Los primeros gastos de arquitectos y aparejadores, material de construcción, sueldo de
albañiles, etc., se habían pagado con la campaña "millón de ladrillos". Pero
era mucho lo que faltaba para llegar al final.
Por los recortes en la ayuda económica de los particulares aunque algunos permanecieron
fieles hasta el final y la campaña "millón de ladrillos", no cubrían los
gastos que producían las obras emprendidas.
La situación se hacía insostenible y preocupante, pues todos querían cobrar el trabajo
realizado; pero dinero para pagarles no había. Se redujo a cuatro el número de
albañiles, con un intento de no paralizar las obras por completo.
Desde el principio venimos sosteniendo la confianza que el padre Fernando tenía en la
Virgen Milagrosa, a la que había confiado la obra y esperaba su maternal ayuda y
protección.
Lo dice san Bernardo y lo confirman los que de ella reciben singulares beneficios todos
los días ,
que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a su protección,
implorada su asistencia y reclamado su socorro, haya sido de ella abandonado.
Había llegado la hora de echar una mano y animar a su fiel servidor, a continuar
luchando.
Un día son palabras confidenciales del padre Fernando en una conversación particular ,
estando en la ermita de Santa Alicia de la urbanización Monte Picayo, preparándose para
celebrar la santa misa, mirando la Virgen al pie de la cruz que preside el altar, sintió
una paz y una alegría interior como no había sentido nunca. Él continuaba mirando la
Virgen al pie de la cruz con el Hijo muerto en sus brazos, que le decía no puede
discernir, si fue voz, inspiración, sueño o fantasía : "Continúa sin desfallecer
la construcción del santuario en mi honor. La cruz que cargaste cuando se te encomendó
esta misión, seguirá pesando sobre tus hombros hasta el final, que tú contemplarás con
gran satisfacción."
"Para el feliz éxito de la misión encomendada es necesario:
Primero: Que desistas de la grandiosidad del santuario programado al principio, por otro
más sencillo y de menos coste.
Segundo: Para recoger el dinero necesario para la construcción hasta el final, acude a
las Religiosas Hijas de la Caridad. Ellas acogerán con interés tu propuesta y
cooperarán contigo con los medios que sean necesarios."
El padre Fernando no salía de su asombro y estuvo unos días esperando antes de tomar una
determinación.
Pasaron bastantes días después de lo sucedido en la ermita de Santa Alicia, sin
atreverse a tomar ninguna determinación al respecto. Por fin, pensando que peor que
estaba la situación económica no podía estar, se decidió poner manos a la obra y
comprobar si era sueño irrealizable o realidad posible lo sucedido aquella mañana en la
ermita de Santa Alicia de la urbanización Monte Picayo.
Como no avanzar es, retroceder según un refrán español , confiado y esperanzado,
consultó con los albañiles que todavía continuaban trabajando
sin decirles el origen de este cambio de opinión la posibilidad de cambiar el primitivo
proyecto por otro más sencillo, original, moderno y de menos coste económico.
Después de vistos varios proyectos presentados, se acordó por unanimidad del padre
Fernando y sus cooperadores construir el que hoy contemplamos los que visitamos a la
Virgen Milagrosa en el Monte Picayo.
Visto el éxito y lo fácil que fue ponerse de acuerdo todos para cambiar el primitivo
proyecto ya en marcha por el actual, le hizo pensar no sin razón al padre Fernando que lo
sucedido en la ermita de Santa Alicia no había sido sueño ni fantasía, y que la Virgen
de mera espectadora hasta ahora se había convertido en activa cooperadora de la obra y
continuaría fiel hasta el final de la misma.
Cambiado el pesimismo por una gozosa y esperanzadora alegría, recobradas fuerzas y
vitalidad para continuar la misión a él encomendada y sin cesar de pedir en la oración
a la Virgen Poderosa que no le abandone, se puso al frente de la obra, como arquitecto,
aparejador, encargado general y peón de albañil, pues de todo hizo para conseguir lo
proyectado.
Había llegado la hora en que, como se le había indicado, dirigirse a las Religiosas
Hijas de la Caridad, pidiéndoles su cooperación para recaudar fondos y continuar las
obras de la construcción del santuario, que por falta de dinero estaban casi paralizadas.
No podía la Virgen haber escogido mejores cooperadoras para contribuir con su esfuerzo
personal no con su dinero ni de la Compañía a construir en el paradisíaco lugar del
Monte Picayo un digno trono a la Reina y Madre de todos, pero especialmente de la Familia
Paúla de ambos sexos, la Santísima Virgen de la Medalla Milagrosa.
Las Religiosas Hijas de la Caridad aceptaron con entusiasta alegría la propuesta del
padre Fernando y empezaron, mediante la venta de participaciones de lotería, rifas,
boletos y todo lo que fuera necesario, su laboriosa y larga colecta que duró varios
años. Todas las religiosas mayores preguntadas recuerdan con cariño y satisfacción esta
ayuda a la construcción del santuario.
Por estas fechas el padre Fernando recibió de unos espontáneos bienhechores una cantidad
de dinero que le ayudó a pagar los gastos hasta que llegaran las recaudaciones de las
religiosas.
Aquí estaba la mano de Dios, que después de probar a su siervo la fidelidad, vino en su
ayuda por medio de la Santísima Virgen.
Las obras continuaron lentamente con la valiosa cooperación de las religiosas. Pero a
pesar de todos los esfuerzos los gastos superaban los ingresos y se pensó reducir más el
número de trabajadores cualificados por no poderles pagar el sueldo, quedando sólo uno
que, ayudado por el mismo padre Fernando, continuó trabajando. Todos los días, desde la
urbanización Monte Picayo, donde residía el padre Fernando, subían los dos solos a
trabajar.
Se desconoce la fecha exacta de la terminación de las obras y la inauguración oficial
del santuario; se calcula los años 1974 75.
Llegó la hora de la gratitud, y el padre Fernando, ante el altar de la Virgen Milagrosa,
pudo decir: "MISIÓN CUMPLIDA. GRACIAS MADRE Y PROTECTORA,"
El padre Fernando quedó en cuerpo y alma al servicio de la Santísima Virgen Milagrosa en
su santuario del Monte Picayo, compaginando con la ermita de Santa Alicia de la
urbanización su ministerio sacerdotal.
Así pasó unos años propagando la devoción a la Virgen Milagrosa y organizando
convivencias y días de retiro espiritual a los que lo solicitaban.
Pero los esfuerzos morales y físicos, a los que a veces sometemos al cuerpo, nos juegan
alguna mala pasada y nos piden cuenta cuando menos lo esperamos, exigiendo una justa y
merecida recuperación mediante cuidados especiales de atención.
Fueron más de veinte años de sufrimientos morales y físicos, de agotador esfuerzo, para
construir "la pequeña ermita", como él la llama, la causa de que el año 1980
82 el cuerpo ya entrado en años alrededor de 70 del padre Fernando dijo basta; y como
todo ser humano enfermo, de cierta gravedad.
Los superiores con muy buen criterio decidieron destinarle a Reus, provincia de Tarragona,
a una pequeña residencia que los Padres Paúles tienen allí, para su recuperación, cosa
que gracias a Dios se ha conseguido parcialmente.
En esta residencia le visité, en el mes de junio de 1994. Y contando lo anteriormente
escrito le salieron las lágrimas, motivo por el que no le pregunté algunas cosas que
llevaba preparadas, para no entrar más a fondo en sus dolorosos recuerdos.
Este padre posteriormente fue destinado a la Casa Provincial de los Padres Paúles de
Barcelona, donde reside actualmente.
HERIRÁN AL PASTOR Y SE DISPERSARÁN LAS OVEJAS
El pastor que había recogido en el santuario del Monte Picayo en torno a la Virgen
Milagrosa un pequeño grupo de fieles y selectos seguidores a los que conocía y llamaba
por su nombre, había sido herido por una enfermedad que necesitaba especiales cuidados de
atención, motivo por el que dejó de ejercer su ministerio sacerdotal y pastoral en el
santuario.
EL PASTOR ASALARIADO QUE NO AMA LAS OVEJAS, CUANDO APARECE EL LOBO, LAS ABANDONA Y SE
MARCHA
Los responsables de continuar la labor comenzada por el padre Fernando no creyeron
necesario continuarla y la abandonaron por completo, cesando toda actividad en el
santuario.
Se desconocen las razones de tal decisión. Por lo que no juzgamos ni opinamos. Dios nos
libre de semejante tentación.
El año 1989, ocho diez años después de haber sido abandono, deciden los superiores
prescindir de los derechos y obligaciones que tenían respecto al santuario de la Virgen
Milagrosa, del Monte Picayo.
El día 14 de abril de 1989, solicitan por escrito oficial, a la Consejería de
Agricultura y Pesca de la Comunidad Valenciana, la decisión tomada a favor de la
parroquia de Santa María, de Sagunto.
Con fecha 20 de junio de 1990, se les comunica oficialmente que la solicitud había sido
considerada y aceptada, y que desde esa fecha era responsabilidad de la parroquia de Santa
María, de Sagunto, la atención del santuario dedicado a la Virgen ellos exentos
Milagrosa, del Monte Picayo, quedando de sus obligaciones y derechos sobre el mismo a
partir de esa fecha.
El rector de la parroquia de Santa María se dio por enterado de la resolución tomada por
la Consellería y se hizo cargo del santuario. También el Ayuntamiento de Sagunto se
comprometió a cuidar y limpiar el monte que rodea la zona; compromiso que cumplió hasta
1994, que dejó de prestar este servicio.
Habían cambiado los responsables de la atención, cuidado y propagación del culto y
devoción a la Virgen Milagrosa, en su santuario del Monte Picayo. Pero nadie hacía nada
positivo para solucionar el problema que ya necesitaba una urgente y responsable atención
y cuidado de conservación. Era muy alto el precio que había que pagar en sacrificio
personal y económico, para adecentar un poco ese bendito y escogido lugar y abrirlo de
nuevo al culto de la Virgen como antes.
Los largos años de completo abandono habían deteriorado considerablemente tanto el
interior del santuario como los adjuntos edificios complementarios de alrededor.
Los amantes de la naturaleza que subían a la montaña para respirar el aire puro de la
pinada y disfrutar de las preciosas vistas al mar y la montaña que desde allí se ven,
lamentaban el estado a que había sido reducida una obra levantada con tanto amor a la
Virgen y sacrificio personal y económico de su promotor y fundador.
Hasta que el día 29 de mayo de 1994, último domingo del mes, después de doce catorce
años de haberlo dejado por enfermedad su capellán y guardián el padre Fernando, por
medio de unos hechos providenciales que a continuación se detallan, volvió a ser este
sencillo pero acogedor santuario en honor de la Virgen Milagrosa, del Monte Picayo: Casa
de Dios, puerta del Cielo y lugar desde donde la Virgen a manos llenas derrama sus gracias
y atiende las necesidades de los que a ella acuden con confianza y fervor.