LA SOLUCIÓN LLEGA DE MANOS DE LA VIRGEN
El día 22 de mayo de 1994, en la estación de Renfe, de Valencia, pregunté a dos religiosas Hijas de la Caridad si tenían casa en Sagunto, contestándome que no. Interesado por la residencia de la superiora provincial, me contestaron que residía en Zaragoza. Les dije el porqué de mi pregunta y que no quería apoyo económico sino moral, pues hasta la imagen de la Milagrosa tenía ya vista para comprar. Me insinuaron que no la comprara, pues seguro que en alguna casa de la Compañía tendrían alguna disponible para ese fin, y que en el colegio El Carmen, de Manises, residía sor Teresa, que era la responsable representante de la madre provincial en Valencia. Que me pusiese en comunicación con ella que me atendería muy bien.
El día 23 de mayo de
1994, como yo vivo en Manises, donde nací, fui al colegio El Carmen y pregunto por sor
Teresa, y por la megafonía de la puerta de la calle, pues no se me abrió, me dicen que
no estaba, que estaba fuera y que tardaría unos días en volver. Se me pregunta el motivo
de la visita y lo dije. De la respuesta y la corta conversación que mantuve por la
megafonía de la calle prefiero no hacer ningún comentario ni menos juzgar. Le di las
gracias deseándole una bendición especial de la Virgen y me marché sin ver a la
interlocutora.
De vuelta hacia mi casa, bastante distante del colegio El Carmen, y pensando que la
conversación mantenida con esa buena religiosa no había sido como quería y que todas
las religiosas no eran iguales; prueba de ello, las dos con las que hablé el día
anterior en la estación de Renfe, de Valencia.
Como también en Manises hay una residencia de ancianos regida por las Religiosas Hijas de
la Caridad, pensé visitarlas en busca de mejor suerte.
Me presenté allí, pregunto por la superiora y dos ancianas residentes que estaban en la
portería me dicen que no estaba. Me pasan a la sala de lecturas de la residencia para que
espere mientras avisan a una hermana.
Encima de la estantería que guardan los libros había una imagen del Corazón de Jesús y
otra de la Virgen de la Medalla Milagrosa.
Pues bien, nada más poner los ojos en la imagen de la Milagrosa se transformó en una
potente luz que me cegó como cuando miras al sol, hasta el extremo de tener que frotarme
los ojos para poder recuperar la vista.
Y a continuación, de nuevo la voz interior de siempre, ya conocida y familiar:
"ÉSTA ES LA IMAGEN QUE SERÁ VENERADA EN MI SANTUARIO DEL MONTE PICAYO."
A diferencia de las otras veces que físicamente no me pasaba nada, esta vez no fue así,
pues las piernas empezaron a temblarme hasta el extremo de tenerme que sentar para que la
hermana no notara lo que me pasaba.
Cuando salió la hermana, haciendo un gran esfuerzo para disimular el nerviosismo y estado
de ánimo que me embargaba interiormente por lo sucedido, le dije el motivo de la visita,
diciéndome que eso era cosa de la superiora, que estaba en la parroquia San Juan Bautista
en el ejercicio de las 40 horas que se celebran estos días en dicha parroquia. Por
supuesto que nada le dije a la hermana de lo sucedido anteriormente. Me dijo que ella se
lo diría a la superiora cuando viniera. Quedamos citados para hablar con la superiora al
día siguiente a las 10'30 de la mañana y me marché.
Cuando llegó a casa no sabía lo que me pasaba. No tenía fuerzas para nada. Sólo
pensaba qué era aquello que sentía y cómo terminaría.
El día 24 de mayo de 1994, fiesta de la Santísima Virgen María Auxiliadora, a la hora
indicada el día anterior, me presento en la residencia de los ancianos. Sale la
superiora, le pregunto si le había dicho algo la hermana de mi visita la tarde anterior.
Me dice que sí; me invita a pasar a un salón diferente al del día anterior y empieza la
conversación sobre el santuario de la Virgen Milagrosa, del Monte Picayo de Sagunto.
Fue un coloquio muy constructivo y ameno de preguntas y respuestas. Nada le dije de lo
sucedido el día anterior en la sala de lectura. Me preguntó el motivo de mi interés por
investigar sobre ese santuario en concreto.
La conversación se prolongó más de lo habitual en estos casos, teniendo en cuenta el
trabajo que tienen en la atención y cuidado de los ancianos a ellas confiados. Por
cierto, muy cuidadosamente atendidos y respetados por las religiosas.
Al final de la larga conversación que mantuve, me dice la superiora: "Venga
conmigo." Salimos del salón donde habíamos estado y la seguí. A lo mejor pensaba
yo quiere darme alguna ayuda de dinero, cosa que no voy a aceptar.
Entra en otra sala -ésta, la misma en que la tarde anterior esperaba a que saliera la
hermana, la sala de lectura y señalándome la imagen de la Milagrosa, que la tarde
anterior sucedió lo ya escrito anteriormente, me dice:
"AHÍ TIENE A LA VIRGEN MILAGROSA PARA SER VENERADA EN EL SANTUARIO DEL MONTE
PICAYO."
Apenas tuve tiempo para mirar cómo me sonreía, pues empecé a llorar y ya no pude hablar
más. Me fui a casa sin la imagen, pues no tenía fuerzas para llevármela en esas
condiciones emocionales del momento.
Unos días después, ya repuesto de la primera emoción, me llevé la imagen, que a falta
de unos pequeños retoques de restauración, llevé al restaurador para que la arreglara.
A esa buena superiora y su Comunidad le debo, aparte de la imagen de la Virgen Milagrosa,
que con tanta generosidad y desinterés ofreció al santuario para que fuera venerada, y
el precioso mantel bordado en oro que viste el altar, en las solemnidades de la Virgen,
también la valiosa cooperación informativa que me ha valido poner en claro en poco
tiempo los actuales responsables del santuario.
Gracias mis buenas religiosas, que la Virgen Milagrosa les premie con creces lo que por
ella han hecho.
A nivel comunitario estas religiosas, representadas por la superiora, habían, con la
generosa entrega antes mencionada y sin ellas saberlo ni pretenderlo, puesto el primer
peldaño a una escalera, que particularmente cada una me animaban a subir sin acobardarme
ni desistir mirando hacia atrás; que de los cobardes no se ha escrito nada, sólo los que
luchan hasta el final son recompensados.
Con éstas o parecidas palabras me hacían, junto con la voz interior escuchada días
antes de "NO TE CANSES, PUES YO ESTOY CONTIGO", cobrar fuerzas y continuar en la
misión encomendada.
Como se ha dicho antes, la imagen de la Virgen Milagrosa la tenía el restaurador y antes
de terminar el mes de mayo era imposible estar dispuesta para subirla al santuario.
Sólo faltaban siete días para que terminara el mes de mayo y el santuario estaba como lo
había dejado el día 2 de febrero, cuando lo encontré y visité por primera vez y que
describí anteriormente. La Virgen deseaba y comunicaba, como ella suele hacerlo y a quien
sabe le corresponderá, antes que termine el mes de mayo estar en el santuario para ser
venerada de los que quieran subir a visitarla.
Como ya se ha dicho, había subido con taxi para ver qué podía hacer para limpiar y
adecentar un poco el santuario, y que como también se ha dicho, fue muy poco y mal.
Estaba bastante preocupado, pues no podía solucionar el problema como quería en el poco
tiempo que faltaba.
De nuevo acudí a la maternal protección y ayuda de la Virgen por medio de la oración.
Puesto de rodillas a los pies del cuadro de la Virgen Milagrosa, le pido que me iluminara
e inspirara lo que debía hacer.
La promesa juramento de trabajar sin descanso hasta verla expuesta y venerada en el altar
del santuario estaba fuertemente firme en mi corazón. En imagen no era posible, por
tenerla el restaurador. En cuadro, podría valer el que tenía presente delante de mí,
pero era pequeño para las dimensiones del santuario. La inspiración solución había
llegado por medio de la oración y sería por medio de un cuadro la entronización de la
Virgen Milagrosa en su santuario del Monte Picayo, hasta la restauración de la imagen.
Con la lámina de un calendario de la Milagrosa se improvisó un cuadro, que sirvió para
hacer realidad el mandato de la Virgen a primeros de mayo.
Resuelta ya cómo tomaría posesión de nuevo la Virgen del santuario a ella dedicado,
quedaba todavía pendiente ya con carácter de urgencia la necesidad de retirar los
objetos rotos. Bancos, cómoda, armario, que tirados por el suelo daban un lamentable
estado de deterioro que me hacían sufrir mucho, pues no quería ni era digno de la Reina
y Señora que tenía que habitarlo. Al menos limpio y barrido. Más no quería, puesto que
más no se podía hacer con el poco tiempo material que faltaba.
Les dije a unos conocidos que estaban parados, que me ayudaran a limpiarlo, pagándoles lo
que me pidieran. Pero cuando les dije donde estaba el santuario, me dijeron que no.
En mi casi desesperada busca de ayuda, hablé con dos que, visto mi interés y necesidad
de ayuda, me dijeron que sí. Quedamos citados para día y hora pero no acudieron.
En vista del poco tiempo que faltaba para terminar el mes de mayo y no poder encontrar
nadie que me ayudara, le dije a la señora que me limpia la casa si por favor podía venir
conmigo a Sagunto ella vive en Manises como yo para limpiar y adecentar un poco el
santuario de la Milagrosa, en lo alto del Monte Picayo. Me dijo que sí y quedamos para el
29 de mayo subir.
Cogimos el cuadro, que resultó ser bastante grande y representativo, y lo más
imprescindible de artículos de limpieza y nos fuimos en tren hasta Sagunto. Allí
alquilamos un taxi diciéndole que nos llevara al santuario de la Milagrosa el taxista no
sabía la existencia ni el lugar donde estaba enclavado ; pero como yo sí lo sabía por
haber estado ya le guié y subimos.
Por el camino le dije al taxista lo que teníamos que hacer y que decidiera por lo que
más le interesara: o quedarse y cobrar la espera o bajar y volver a subir a por nosotros.
Decidió esperarse y cooperar con nosotros en la limpieza del santuario, que hizo con
mucho interés y para mí con mucho amor a la Virgen.
Se cumplió una vez más lo advertido en su día: "TENDRÁS DIFICULTADES PERO NO
TEMAS, PUES YO ESTOY CONTIGO."
Terminado el trabajo de limpieza y adecentamiento del santuario, se procedió a colocar el
cuadro de la Virgen Milagrosa en el altar que por cierto lo puso el taxista . Se pusieron
a los pies del cuadro un ramo de flores que llevaba de tela y así con ese sencillo pero
entrañable acto de entronización quedaba cumplida la misión encomendada en su día de
ser venerada la Virgen Milagrosa en el santuario a ella dedicado en el Monte Picayo, antes
de terminar el mes de mayo de 1994.
Una vez más: "LA SANTÍSIMA VIRGEN, VENCEDORA DE TODAS LAS BATALLAS DE DIOS, HABÍA
VENCIDO", de los enemigos que habían querido hacer desaparecer de la Comunidad
Valenciana, el único santuario dedicado a la Virgen Milagrosa, abandonándolo el año
1980.
Pero faltaba para mí lo más importante, el primero que puesto a sus plantas le ofreciera
el homenaje y veneración que ella merece, y quién más indicado para ello que éste,
¿amante hijo?, ¿fiel vasallo? e ¿incondicional esclavo?
Como yo no sabía la forma de pensar y obrar religioso de las personas que me acompañaban
les rogué que salieran fuera y esperaran un poco. Junté la puerta y puesto de rodillas a
los pies del cuadro de la Virgen Milagrosa recién entronizado hice el primer acto de
veneración, amor y reparación a la Santísima Virgen María, en este santuario, con la
"FELICITACIÓN SABATINA".
Después de rezada la felicitación sabatina, estuve unos momentos mirándola y oyendo por
última vez la voz interior de siempre esta vez en forma de inspiración más que de viva
voz , que prometía a los que el último domingo del mes de mayo y el día 27 de
noviembre, fiesta litúrgica de la Virgen de la Medalla Milagrosa, suban a visitarla y,
postrados a los pies del altar la veneren y con confianza y fervor se las pidan,
obtendrán gracias especiales.
De esta inspiración nació la idea de que todos los años el último domingo de mayo y 27
de noviembre se organiza una romería que, saliendo de diferentes puntos de la Comunidad
Valenciana, se reúnen en torno a la Virgen Milagrosa en este su escogido santuario del
Monte Picayo para rogarle con confianza y fervor que nos mire con ojos misericordiosos y
nos ayude en nuestras humanas necesidades. Ha prometido gracias especiales a los que ese
día suban a visitarla y ella siempre cumple lo que promete. ¡PRUÉBALO!
Me levanté, le besé el pie que tiene sujeta la cabeza de la serpiente y me despedí,
haciendo un heroico esfuerzo para no llorar y que las personas que me esperaban fuera
notaran nada de lo que había pasado dentro entre el hijo con su Madre, el vasallo con su
Reina y el esclavo con su Ama.
Lo que en el mes de octubre de 1993 había empezado en un aparente sueño al que no se le
dio ninguna importancia, era hoy una palpable y feliz realidad. Y yo, en vista de lo
sucedido, dispuesto a trabajar sin descanso y dar la vida si preciso fuera para llegar
hasta el final.
De momento la Virgen, según su deseo, ya estaba en su santuario. Pobre pero limpio.
Como el carpintero no había podido subir a arreglar la puerta y poner cerraduras, la
puerta quedó abierta, pero con la plena confianza de que las personas que subieran estos
días respetarían el lugar y la Virgen allí puesta, como sucedió gracias a Dios.
Esa fue la primera noche que descansé y dormí bien, desde octubre de 1993.
Con lo realizado, creo haber cumplido la misión encomendada en su día de poner a la
pública veneración, de posibles amantes y devotos de la Virgen Milagrosa, que subieran a
visitarla. No era un palacio como yo hubiera querido, pero era el lugar por ella escogido.
Yo continuaría subiendo a visitarla alguna vez, le haría un rato de compañía, rezaría
el rosario y algunas oraciones y a esperar acontecimientos. Eso era lo más fácil para
mí y lo más lógico, dirán ustedes.
Pero el amor de hijo, el deber de vasallo y la obligación de esclavo, como soy de la
Virgen, me instaba y urgía a continuar luchando hasta hacer de ese lugar un digno trono a
la que más quiero en este mundo: la Santísima Virgen María.
Este cuadro en la actualidad está en la vivienda adjunta al santuario.
En el mes de junio subió el carpintero para arreglar la puerta, que después de
fortalecerla por dentro y por fuera, puso fuertes cerraduras y candados, quedando por fin
cerrada la puerta, evitando con ello una posible profanación que me preocupaba y quería
evitar a toda costa y que gracias a Dios conseguí.
A pesar de mi gran interés e intensa y preocupante búsqueda, nada había podido
solucionarse respecto a los actuales propietarios o responsables del santuario del Monte
Picayo y los adjuntos edificios.
En el Palacio Arzobispal de Valencia sección patrimonios nada había registrado como
perteneciente o propiedad de la diócesis.
Los Padres Paúles de Valencia responsables anteriores nada sabían de ese asunto.
Los párrocos de las cercanas parroquias de Santa María y El Salvador, de Sagunto; Virgen
de Begoña y Virgen del Carmen, de Puerto de Sagunto, y Santos Juanes, de Puzol, pudieron
decirme nada favorable ni aclaratorio al respecto.
Providencialmente me enteré que don Salvador Sanchis, párroco de Albalat dels
Taronchers, era un entusiasta cooperador del padre Fernando y amante devoto de la Virgen
Milagrosa y que pasaba algunos días en el santuario junto con el padre Fernando. Me puse
en comunicación telefónica con él para recabar alguna información y me dicen que
había fallecido.
También me dicen que los Padres Paúles, antes de dejar el Puerto de Sagunto donde
residían, gestionaron con algunas parroquias de alrededor la continuidad en la atención
y cuidado del santuario, ignorando si alguna parroquia había aceptado el ofrecimiento de
los Padres Paúles.
Por el estado de completo abandono que estaba el santuario, daba la impresión de no haber
aceptado la oferta, o si se aceptó, poco interés se puso en arreglarlo y abrirlo al
culto de la Virgen. ¡Qué lástima!
Ante tanta contradicción, sólo me quedaba hablar con el vicario episcopal de la zona de
Sagunto, que yo, en mi ignorancia, creía que estaba en el Palacio Arzobispal de Valencia.
Yo no lo conocía ni sabía cómo se llamaba.
Me presenté en el Arzobispado, pregunto por él y me dicen que este señor se llama don
Vicente Gil y que los lunes se reunía con los vicarios episcopales de la diócesis, pero
que don Vicente casi todos los días solía ir al palacio. Fui varias veces pero no
estaba.
Pasando por la puerta del despacho del señor obispo auxiliar, don Rafael Sanus Abad, que
estaba abierta, vi que dentro estaba su secretario solo. Paso y le pregunto si por favor
podía atenderme y orientarme respecto al motivo que me había llevado hasta allí. Me
dice que sí, le expongo el caso y aprueba y alaba mi resolución de hacer esas cosas con
la Iglesia, mediante sus legítimos representantes. Me dice ser don Vicente Gil, muy bueno
y atento, y que seré muy bien atendido por él. Me aconseja que no lo haga por teléfono
y sí personalmente.
Así lo hago y por teléfono acordamos día y hora en el santuario para solucionar
continuar arreglando el santuario o entregarle las llaves y que él se responsabilizara,
haciendo lo que creyera más conveniente. Posteriormente me llama por teléfono y me dice
que en el día y hora acordados no podrá acudir, que ya me avisaría.
Pero yo confiaba más en la Virgen que en los hombres. Por eso las súplicas y oraciones a
la Santísima Virgen, pidiéndole su poderosa intercesión y ayuda eran constantes,
fervorosas y confiadas, pues nunca me abandona cuando a ella acudo.